Sea que la divinidad o la evolución del cerebro en los humanos, permitieron que un 3% de los ochenta y seis mil millones de neuronas en la corteza prefrontal, le permitan tener conciencia de sus sentimientos y encajarlas con la realidad que le rodea, para decidir cómo satisfacer sus necesidades y colaborar para que el resto también lo haga (o no lo haga), es la función primordial del pensamiento.
Sin embargo, según una publicación en el New York Times pone en tela de juicio esta función, propia del humano, con la llegada del internet. El efecto Flynn que confirmaba el mejoramiento constante de la inteligencia humana desde que llegó la lectura, está ahora en franco retroceso, sobre todo en los más pobres; porque los programas de las redes solo usan imágenes, emoticones, videos y textos muy cortos, en detrimento de textos o libros con mayor profundidad, fomentando la ignorancia y la alienación.
Mientras las redes adictivas se adueñan de la atención, concentración, lectura y la razón crítica, a través de comida chatarra, pornografía, juegos, conspiración y noticias falsas, imposible de resistirse tanto más en un niño que en un viejo, más problemas de memoria de trabajo, procesamiento, atención dispersa, lenguaje y comunicación, trastornos alimenticios, ansiedad y agresividad, se observan.
Bill Gates y Evan Spiegel, lo denuncian e instan a evitar el uso de estos dispositivos, educando a los niños en escuelas que restrinjan su uso con la enseñanza directa y la lectura de textos escritos y profundos, cuidando la “salud cognitiva” y la claridad de un pensamiento que permita cuestionar, única profilaxis para no caer en masas aborregadas de involución tribal, principal objetivo del poder político y económico, quienes ya gobiernan desde las redes, los unos, y nos venden desde ellas, los otros.
En el contexto de este cambio de época, de la era industrial a la informacional, surgen muchas preguntas: ¿Las nuevas clases sociales serán entre seres de pensamiento digital y los de pensamiento profundo? ¿Pueden estar equivocados figuras e investigadores que denuncian esta nueva realidad? ¿Las teocracias y dictaduras que se sostienen en el control de la big data y las redes, son el futuro de la humanidad? ¿Por tanto, estamos asistiendo al fin de la democracia tradicional?
Ni lo uno ni lo otro, similar a la revolución de la imprenta del siglo XV, creo que en la cantidad del tiempo y la calidad del contenido de la tecnología está la clave; su uso racional, ético y moral son de un valor incalculable que mejorará la conciencia, mientras su abuso y baja calidad la empeorará con resultados críticos.
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