Que los alcaldes y prefectos de las ciudades y provincias más grandes y pobladas del Ecuador hayan reconocido el triunfo electoral de Noboa, que ninguno de ellos haya avalado la tesis del fraude con tinta mágica y poderes extraordinarios, que las 3 últimas elecciones presidenciales las perdieran ante candidatos de derecha, que los audios publicados de los teléfonos de un consejero de Participación Ciudadana descubrieran a los protagonistas con alias -como los hampones- y revelaran una serie de mañoserías, que el bloque de asambleístas se desgrana, que se agranda la pugna entre la prefecta de Guayas y el alcalde de Guayaquil, solo para citar unos ejemplos, no constituye de ninguna manera que la organización política que lidera acuse algún tipo de crisis; sencillamente para él es no entender que “¡Somos la única oposición!” y “Para ser ‘un partido más’, es mejor desaparecer”.
Hace poco se hizo pública una carta firmada por Marcela (Aguiñaga), Pabel (Muñoz), Paola P. (Pavón), Leonardo (Orlando) y J. (Juan Cristóbal Lloret), dirigida a su máximo líder Rafael Correa, en la cual anotan que “callar sería más cómodo, pero menos honesto” y por eso eligieron “cuidar lo que creemos, aunque incomode”. Destacan que la organización política “enfrenta una crisis… parece haber perdido el rumbo… y es urgente reconocer que la RC necesita una renovación profunda”. Exhortan, sin pensar en alejarse y fragmentarse, a “recuperar el sentido común, el rumbo político… (porque) es hora de que la Revolución Ciudadana retome su esencia y se fortalezca desde sus cimientos”. Al tiempo de señalar que “disentir también es amar. Porque callar es traicionar. Y porque esta revolución, si quiere volver a ser de todos, tiene que volver a escuchar”, le plantean como necesidad “que nos conceda un espacio de diálogo con usted”. Sobre lo dicho, hay diversas interpretaciones. Este comentarista dice que la misiva revela la existencia de una crisis profunda y que el líder no la acepta. Solo está convencido de que quien “filtró esa carta es, simplemente, un traidor”.
Debe tener sus razones para hablar de traición, no obstante, cabe preguntarle ¿por qué no quería que los ecuatorianos la conocieran? Siempre ha habido soplones y filtradores. Hace 50 años en EE.UU. lo que se discutía y resolvía el Pentágono lo conocían las redacciones de los periódicos antes que el propio presidente de la República. Ahora, con la inconmensurable tecnología, ¿por qué creer que no se va a saber de lo podrido que tiene tapada la olla? En fin, la respuesta del muy cuestionado y prófugo ex mandatario publicada en X (antes Twitter), pregunta: “¿Cuándo hemos dejado de tener debate interno? ¿Crisis? ¿Por qué nos robaron las elecciones o porque lograron comprar 4 o 5 asambleístas? ¡Cómo me hubiera gustado ver una carta así respaldando al alcalde de Guayaquil frente a tanto abuso o contra las arbitrariedades y corrupción del aspirante a Calígula! Estas cosas se tratan a la interna”.
Donde mayormente hay debate sobre la carta y la respuesta es en el correísmo, sabiendo que es imposible ocultar una crisis que, ahora mismo, está al filo del abismo, a punto de desbarrancarse. Ya lo sabremos.
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