La Revolución Ciudadana sostiene que es el movimiento político que más espacios ha abierto para que las mujeres ejerzan liderazgo en el país. Sus dirigentes resaltan este mensaje como parte central de su identidad y lo presentan como prueba de su compromiso con la equidad de género.
No obstante, analistas y sectores críticos advierten que ese discurso contrasta con prácticas y episodios que reflejan patrones de liderazgo concentrados en figuras masculinas, principalmente en torno a Rafael Correa.
Las observaciones apuntan a que, mientras se exalta la participación femenina y se condena la violencia de género, en el pasado se registraron expresiones y actitudes hacia mujeres que han sido calificadas como misóginas, con descalificaciones públicas que minan la coherencia de su narrativa.
El debate se intensifica en un momento en que la organización busca proyectarse como referente de inclusión, pero arrastra un historial que, según sus detractores, deja dudas sobre la real aplicación de esos principios en su estructura y práctica política.
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