Hoy una empresa de transporte y alquiler de autos me preguntó cómo podían volverse más amigables con el ambiente, más sostenibles. Su única idea era cambiar su flota actual de autos a gasolina y diésel por vehículos eléctricos. Y entonces surgió nuevamente esa duda que siempre me ronda la cabeza: ¿realmente los autos eléctricos son tan sostenibles como creemos?
Intentemos analizarlo sin pasiones, con cabeza fría y datos más técnicos. Para evaluar si un auto eléctrico es significativamente más amigable con el ambiente que uno convencional, comparemos algunos elementos clave. En cuanto a la fabricación, los procesos son bastante similares: diseño, chasis y carrocería usan materiales y métodos parecidos. La diferencia está en que los autos eléctricos suelen ser más livianos y aerodinámicos para compensar el peso de la batería.
Y es justamente la batería donde surge mi mayor conflicto ambiental. Estas se fabrican con materiales como litio, cobalto, níquel, grafito y manganeso, cuya producción es intensiva en energía y recursos. El litio, por ejemplo, se extrae principalmente en Chile, Argentina, Bolivia, Australia y China. En los salares, se obtiene mediante bombeo de salmuera, lo que implica un consumo excesivo de agua en zonas áridas (como el Salar de Atacama), afectando ecosistemas frágiles y comunidades indígenas.
El cobalto, en un 70%, proviene de la República Democrática del Congo, además de Rusia y China. Su extracción está ligada a graves problemas: contaminación del agua, degradación del suelo y violaciones a los derechos humanos, incluyendo trabajo infantil y condiciones laborales inhumanas. El níquel, proveniente de Indonesia, Filipinas, Rusia y Canadá, también genera impactos importantes: altas emisiones de carbono por su minería y refinamiento, así como deforestación. Y el grafito, mayoritariamente extraído en China, requiere procesos altamente contaminantes para el aire y el agua debido al polvo y residuos químicos. Y vamos, en China no son famosos por los estándares de producción limpia o ambientales precisamente.
Mi segundo gran conflicto ambiental está en la disposición final de sus baterías, estas alcanzan el fin de su vida útil alrededor de 8 a 15 años, y se plantean dos opciones, se podrían reutilizar para almacenamiento de energía, pero esa tecnología aún está en desarrollo. ¿Y, el reciclaje? Para esto se están desarrollando métodos como la hidrometalurgia (que utiliza disolventes líquidos para recuperar metales), y el reciclaje directo, pero aún sigue siendo caro, ineficiente y poco común. Y si no se gestionan adecuadamente, pueden liberar metales pesados, compuestos tóxicos e incluso causar incendios en vertederos.
Entonces sí: un auto eléctrico genera más huella de carbono durante su fabricación, pero eso se compensa con el tiempo de uso, especialmente si se carga con electricidad proveniente de fuentes limpias. Ahí radica la idea de que es “más amigable con el ambiente”. Pero muy pocos nos hablan de los impactos sociales y ecológicos que hay detrás de la extracción de sus materiales y de los desafíos reales para disponer o reciclar sus baterías.
Por eso, no pude decirles que simplemente cambiar su flota a autos eléctricos es la solución. El análisis debe ser mucho más profundo, y definitivamente sigue siendo un tema en discusión.
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