En el escenario político ecuatoriano los partidos suelen ser débiles y giran en torno a caudillos, ideólogos o financistas. No importan los principios, las ideologías ni el servicio público: lo esencial es que el líder y su círculo logren el poder, y una vez en él, se mantengan. Bajo esa lógica se eligen candidatos y se operan leyes y decretos.
Rafael Correa manejó Alianza País (más tarde Revolución Ciudadana) de esa forma: rodeado de fieles e incondicionales, aislando y neutralizando voces disidentes y críticas legítimas, concentrando poder a lo largo y ancho del Estado.
Aunque el movimiento correísta contaba con estructura interna, cuadros formados, presencia territorial y procesos sólidos – hasta podríamos decir que con ideología – todo giraba en torno a Correa. Nos acostumbramos a ese modelo y muchos políticos lo imitaron. El distorsionado símbolo de liderazgo pasó a ser la obediencia ciega, incluso si implicaba pasar por alto la ley. Pero esa mezcla entre estructura y control total permitió al correísmo mantenerse en el poder por casi una década.
El caso de Acción Democrática Nacional (ADN) es paradigmático. Descendiente directo del caudillismo de Álvaro Noboa y su PRIAN, el partido nunca construyó instituciones internas, una ideología clara ni planificación a largo plazo. Todo ha estado orientado a lo electoral. Con Daniel Noboa al frente, ADN replicó muchas de esas prácticas: consolidó una bancada monolítica y mayoritaria en la Asamblea, ha reactivado estrategias que en su momento fueron muy criticadas cuando las aplicaba el correísmo (como no dar la palabra a otras bancadas), pero sin enfrentar la oposición y el escrutinio que aquellas generaban. Ha llevado a cabo maniobras claramente ilegales e inconstitucionales, además de aprobar leyes de la misma forma, sin consecuencias políticas ni judiciales.
ADN ha conseguido imponer una férrea disciplina de partido a sus miembros, especialmente aquellos con cargos públicos. Más allá de la celebración por el éxito de las leyes aprobadas o por alcanzar una mayoría cooptando miembros de otras organizaciones, ADN haría bien en observar el estado actual del correísmo, consecuencia directa de subordinar todo a la voluntad del caudillo, de no haber sabido separar al partido y al Estado. De a poco la ciudadanía que alguna vez toleró y hasta aplaudió esas decisiones, termina por volverse en contra con la misma fuerza con la que antes las apoyó. Haría bien en darse cuenta que andar en círculos de manera, no ayuda a nadie, y solo llena las páginas de historia de las mismas decepciones. Ojalá sepan aprovechar la oportunidad de demostrar que son mejores, en lugar de mostrarse como lo mismo que antes criticaban.
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