En un país donde desconfiar de todo y de todos no es excepcional, sino casi la regla. Donde no es difícil recordar el pasaje bíblico “por sus obras los conoceréis” para darse certezas sobre las dudas individuales y colectivas, se vuelve muy cuesta arriba cambiar esa condición humana y, por consiguiente, lograr mayor confianza en las personas y en las instituciones, tanto más si estas pertenecen al sector público y son dignatarios en cuyas manos está el manejo de los asuntos que son de interés de la población en general.
En días recientes, la vocería gubernamental y con confirmación ministerial, el Ecuador conoció que durante lo que resta de 2025 no habrá apagones debido a las oportunas acciones adoptadas para que la dotación de energía eléctrica no falle en ninguna parte del territorio nacional. Es una excelente noticia. No obstante, técnicos en la materia han hecho públicas sus dudas de que así sea, la oposición política las ha amplificado y en extensos sectores, como Santo Tomás, esperan “ver para creer”. Pero, lo más importante, es saber que el gobierno del presidente Noboa ha puesto en juego su credibilidad con tal afirmación. Resalta la contundencia del anuncio y se espera, por lo mismo, que las conjeturas de ahora queden desvanecidas por infundadas y la palabra comprometida adquiera fuerza inusitada.
Es injusto descalificar el pensamiento ciudadano de que, sin pruebas seguras, especule sobre la actuación de personas y entidades, pues, lamentablemente, han sido muchas las veces que ha terminado teniendo razón. Por eso, a propósito de los asuntos eléctricos, así como se asegura que no habrá ningún tipo de apagones, el gobierno central debe alentar el esclarecimiento absoluto sobre el contrato fallido con Progen. Si la Asamblea Nacional es el lugar para fiscalizar lo sucedido, no deben ponerse obstáculos para que así sea. Hacerlo será una demostración de confianza.
Y, una corta digresión, el ministro de Gobierno, José de La Gasca, no ha descartado su participación en el concurso para la elección del nuevo fiscal General, argumentado que él nunca “rehúye a los desafíos”. Está bien que no rehúya, pero sería mejor que siendo tan cercano al primer mandatario no aspire a un cargo que, para evitar la más mínima sospecha de intromisión, exige ser desempeñado por una persona independiente, alejada totalmente del poder político. Ojalá pronto una categórica declaración diga: no seré candidato a Fiscal; el país así lo demanda.
Entre sus misiones, presidente Noboa, está la de devolver el inconmensurable valor de la palabra dicha. No repita la mala historia y con ella las frustraciones; logre que la sospecha sea la excepción y no la regla. Lidere, de verdad, un gobierno diferente.
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