El día lunes, la justicia ecuatoriana, dictó una nueva sentencia en contra del exvicepresidente, Jorge Glas. Esta vez por el caso Reconstrucción de Manabí, posterremoto en 2016, la nueva sentencia de Glas es de 13 años. Con lo que, en total, el exsegundo mandatario tendrá 20 años en la cárcel.

En el último juicio, ninguno de sus compañeros le acompañó en el proceso. Los pocos que están en el país, no fueron capaces de estar junto a Glas en la audiencia de juzgamiento, por ejemplo, el hoy asambleista, Ricardo Patiño, o los ex candidatos Luisa González o Andrés Arauz, porque del resto de la pandilla está fugada del país y se justifica su ausencia, empezando por la cabeza, el prófugo Rafael Correa; la expresidenta de la Asamblea Gabriela Rivadeneira; o la exministra de Obras Públicas María de los Ángeles Duarte; el excontralor Carlos Pólit y así, la lista es larga. Glas, solo en la audiencia, escuchó la nueva sentencia.

Sin duda alguna, Glas ha demostrado ser un gran amigo, pese a que sabía que se le venía una sentencia, jamás ha sido capaz de someterse a la colaboración eficaz a cambio de reducción de penas. Ha preferido asumir, SOLO, toda la culpabilidad que delatar a sus compinches, a aquellos que también tuvieron actos de corrupción en el Gobierno de la década robada, de 2007 al 2017. Una gran virtud ha tenido Jorge Glas, preferir callar que delatar, ha demostrado que es un verdadero amigo, más en las malas que en las buenas.

Inclusive, el exvicepresidente ha declarado que ha pensado en varias ocasiones en suicidarse, ha preferido pensar en quitarse la vida que decir quienes, cómo y dónde está la plata mal habida. Y sus compañeros de pandilla, solo se han limitado a postear en redes la “injusta sentencia”. Glas terminará su vida tras las rejas, mientras que el resto seguirá disfrutando de todo el dinero que se llevaron en el correísmo.

Amigos así, los que prefieran pagar penas a delatar a sus compinches, son los que necesitamos todos. Aplica el refrán pagan FIELES por los PECADORES.