Alcaldías débiles, ciudades desnudas

Jul 2, 2025

Por Carolina Moreno

Ecuador atraviesa una etapa curiosa, por no decir trágicamente cómica: nuestras ciudades están gobernadas, pero no planificadas; están ocupadas, pero no dirigidas. En cada cantón la población enfrenta problemas comunes y otros tan particulares como la propia geografía que los rodea. Sin embargo, lo único verdaderamente constante es la improvisación institucional.

Tomemos por ejemplo el comercio informal, ese fenómeno urbano que florece al margen de toda regulación y que parece haber derrotado, una y otra vez, a alcaldías de todos los colores políticos. Ninguna ha podido (o querido) diseñar una solución integral: orden, control, formalización… son palabras que suenan a otro idioma en nuestras ciudades.

Otro clásico: la inseguridad, que ya no es un problema, sino una política pública de facto. En distintas escalas, ha ido desdibujando la idea de ciudad como espacio de convivencia. Y en ciudades como Guayaquil, ese desdibujamiento se volvió literal: una explosión en La Bahía dejó claro que aquí mandan otros, y que el modelo de ciudad segura quedó encerrado en el escritorio de algún funcionario que solo va a tomar café en la oficina.

Mientras tanto, el Presidente –recién electo con una mayoría envidiable– intenta gobernar un país fragmentado desde el centro, mientras en las esquinas del mapa, las alcaldías de Quito y Guayaquil viven en su propio universo político. En la capital, la historia roza el surrealismo: la ciudadanía impulsa una Revocatoria de Mandato que tiene más apoyo popular que el mismo Alcalde. Eso sí, él parece más interesado en lanzar la “Marca Ciudad” (porque una buena tipografía lo resuelve todo) que en pronunciarse sobre el cambio a Guayaquil de la Comandancia de Policía.

Y qué decir de Guayaquil. El Alcalde más dado al espectáculo que a la planificación urbana, exigió atención a la Gobernadora con el mismo tono que uno usa para reclamar a otro conductor en la vía. El resultado fue predecible: ninguna reunión, cero coordinación y una intervención estatal que llegó, pero sin diálogo. Porque así es como funciona la política urbana en Ecuador: a gritos, por separado, y sin planes.

Ambos casos evidencian algo mucho más preocupante: tenemos autoridades municipales con glosas, juicios y cero legitimidad política, que caminan más por los pasillos judiciales que por los de planificación urbana. Y mientras tanto, nuestras ciudades siguen desnudas, vestirse con un modelo de desarrollo, sin infraestructura social fortalecida, sin espacios públicos cuidados, sin movilidad digna. Solo improvisación, propaganda y un desfile de eventos sin impacto.

Este debe ser un llamado de atención para nosotros. Las próximas elecciones locales no son un casting para influencers territoriales. Elegimos personas que deben exigir presupuesto, diseñar ciudad, coordinar con el Gobierno Central y protegernos. No podemos seguir confiando nuestras ciudades a egos frágiles, discursos vacíos y gestiones que se deshacen como las promesas de tu ex.



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