El bully de mi hijo

Jul 2, 2025

Por María Verónica Barreiros

Mi hijo sufre bullying en su colegio. Y esa realidad me ha hecho odiar, como nunca antes, a ciertos adolescentes… y a sus padres. Pero odiar con odio jarocho —sí, referencia boomer, búsquese quién era el Ratón Crispín, por favor.

Esta vivencia, que ha sacudido la calma de mi familia chiquita una y otra vez, hizo que el video de la joven golpeando brutalmente a otra chica en un parque de Quito me calara muy hondo. No les miento si les digo que, en la piel de la mamá de la agredida, yo habría buscado a esa agresora y le habría reventado los dientes con el taco más fino de mi colección. Porque cuando le hacen daño, a conciencia y con saña, a uno de los seres que más amas en la vida, el mundo se te cierra. Es casi imposible reaccionar con adultez y ecuanimidad.

En el caso de mi hijo, el agresor ha sido siempre el mismo. Mis denuncias al DECE y a los profesores han sido constantes, porque si algo tengo claro es que la violencia escala. Y escaló. Este año ya no fueron solo “bromas pesadas” o empujones. Este año, ese mamarracho lo insultó de forma asquerosa, metiéndome a mí en el medio. Y no, no me llamó puta, que sería lo de menos: hizo comentarios sobre mi salud física, mi cuerpo, mi casa. Cosas absolutamente falsas, pero profundamente hirientes.

¿Qué hice? Presenté una denuncia formal al DECE y exigí una reunión con el Rectorado. ¿Qué conseguí? Poco, para mi gusto. Lo separaron de la clase y le dieron una semana de suspensión. Entiendo que el colegio tiene las manos atadas por leyes que garantizan, de facto, la impunidad del acosador. Pero, al menos, me sentí escuchada y acompañada por el DECE y por las autoridades. Mi hijo tuvo apoyo psicológico y sus profesores estuvieron presentes. Y eso me lleva a preguntarme:

¿Por qué carajos en los colegios públicos no es así?

¿Por qué, si el mismo Ministerio de Educación reconoce que 6 de cada 10 estudiantes entre 11 y 18 años sufren acoso escolar, no existe una política estatal clara y contundente?
¿Por qué no se propone una reforma legal que deje de proteger al agresor y empiece a proteger, de verdad, a la víctima?

¿Por qué los psicólogos y autoridades del colegio Santiago de Guayaquil y del Eugenio Espejo —de donde ahora sabemos que también era alumna la violenta golpeadora del Itchimbía— no hicieron lo suficiente para detenerla antes?

Sí, la violencia escala, lo sabemos todos. Pero, ¿por qué tenemos que esperar a que escale tanto como para que todos se escandalicen, se indignen y recién entonces hagan algo?

Una amiga abogada, a quien quiero mucho, me dio un consejo legal cuando buscaba alternativas:
—“No se puede hacer más… a menos que lesione físicamente a tu hijo.”
Y yo pensaba:
—“O que yo lo lesione a él.”



1 Comentario

  1. Ojo por ojo, diente por diente, vida por vida.

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