En Ecuador, uno de cada diez niños y adolescentes reconoció haber sido parte de una banda criminal. Así lo reveló un estudio de la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF) y el Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado, realizado con el apoyo de la embajada de Estados Unidos. La investigación, que encendió las alertas sobre la magnitud del reclutamiento infantil por parte de mafias, se desarrolló en nueve cantones con altos índices de violencia: Esmeraldas, Manta, Portoviejo, Santa Elena, Guayaquil, Durán, Babahoyo, Quevedo y Machala.
Se encuestó a 2.948 niños y adolescentes. ¿Cómo ingresan a estos grupos? La mayoría fue invitada por un amigo. Otro 27% se sintió atraído por la figura de un líder criminal. Las redes sociales también juegan un papel crucial: TikTok, WhatsApp y Facebook se han convertido en herramientas de captación. Y un 13% confesó haber sido coaccionado bajo amenazas.
Diego Molano, director del proyecto Comunidades Seguras de la Fundación Panamericana para el Desarrollo, explicó que detrás de este fenómeno hay una combinación de factores culturales, sociales y económicos. “Muchos niños admiran a los líderes negativos, se sienten atraídos por el poder, el dinero o incluso las armas. Otros son manipulados a través de la pobreza de sus familias”, señaló en entrevista con Contacto Directo.
El estudio identificó distintas formas de reclutamiento según la región. En Esmeraldas, por ejemplo, el 25% de los menores encuestados dijo tener un familiar dentro de una banda criminal. En Durán, se detectó un uso más agresivo de la coacción.
Molano advirtió que muchas bandas criminales en Ecuador han evolucionado desde antiguas pandillas, conservando rituales de iniciación y símbolos identitarios, pero operando hoy como estructuras dedicadas al narcotráfico, la extorsión, el microtráfico e incluso la trata de personas.
Una de las principales críticas del estudio es la falta de un marco legal que permita sancionar adecuadamente el reclutamiento. La legislación ecuatoriana solo contempla el “reclutamiento forzado”, pero no tipifica penalmente el “uso e instrumentalización” de menores por parte de las mafias. Esta omisión, según Molano, deja fuera una realidad en la que muchos niños son captados con recompensas o drogas, sin uso explícito de la violencia.
“La gran mayoría de estos niños y adolescentes son víctimas. No podemos tratarlos únicamente como infractores. El enfoque debe ser preventivo”, subrayó. Para ello, el estudio recomienda fortalecer el rol de la familia, blindar las escuelas como entornos protectores y lanzar campañas contra la cultura de la ilegalidad que se propaga en redes sociales.
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