Donald Trump activó una de las medidas más controversiales de su mandato: la expansión del “programa de deportaciones masivas más grande de la historia”. La orden fue difundida en un mensaje a través de su red social Truth Social, en medio de protestas crecientes en varias ciudades del país.

El presidente estadounidense pidió a las agencias federales que usen “todos los recursos posibles” para capturar y expulsar a millones de migrantes indocumentados, con foco especial en ciudades santuario como Los Ángeles, Chicago y Nueva York, donde —según dijo— “residen millones de foráneos ilegales”.

“Tienen mi apoyo inquebrantable. Ahora, ¡vayan y hagan su trabajo!”, escribió Trump, dirigiéndose al ICE, la DEA y otras agencias.

Trump también anunció que impedirá el ingreso al país de cualquier persona que “socave la tranquilidad interna”. Mientras tanto, en terreno, los operativos de detención migratoria continúan desde el 6 de junio y se han vuelto más agresivos.

Protestas al alza, tensión al límite

Las reacciones no se han hecho esperar. El sábado 14 de junio, miles de personas marcharon en más de 20 ciudades bajo el lema “No a los reyes”, una alusión directa a lo que califican como “autoritarismo” de Trump. Las protestas coincidieron con el desfile militar por los 250 años del Ejército de EE.UU., realizado en Washington por el cumpleaños 79 del presidente.

Aunque la mayoría de las manifestaciones fueron pacíficas, se registró una persona fallecida en Salt Lake City y represión policial con gas lacrimógeno en Portland y Los Ángeles.

El aumento de deportaciones empieza a impactar sectores económicos que dependen de mano de obra migrante, como agricultura, hotelería, restaurantes y empacadoras de carne. Tanto es así que, según Reuters, el propio gobierno pidió frenar redadas en estos rubros para evitar crisis productivas.