Oliverio Corrales Rivera, artista de renombre nacional e internacional, nació en San José de Chaltura, Parroquia rural del Cantón Antonio Ante de la Provincia de Imbabura. Sus estudios primarios, secundarios y universitarios lo realizó en Escuela de Niños “Francisco J Salazar, Instituto de Artes “Daniel Reyes” y Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador. Ha presentado varias exposiciones colectivas de su maravilloso arte en Quito, Guayaquil, Ambato, Cuenca, Ibarra, Otavalo, Atuntaqui y, claro, en su tierra natal San José de Chaltura y en los Estados Unidos de América: en Los Ángeles, Virginia , Richmond, New York, Chicago, Washington y Miami. Está catalogado como uno de los grandes artistas de nuestro país.
Hace poco tiempo y como una de las actividades importantes realizadas para conmemorar los ciento cincuenta años de vida de la Escuela Nacional Politécnica del Ecuador, centro de alto prestigio académico y científico de nuestro país, se presentó una magnífica muestra plástica del Maestro Oliverio Corrales Rivera a quien conozco desde hace muchos años y he seguido cercanamente su definida trayectoria humana y artística. Esto, me ha permitido, en anteriores oportunidades, observar como sus pinceles han hecho una especie de prestidigitación con la pintura, proponiendo una temática variada, rica en lenguaje plástico, cosmopolita en su visión tierna y sensitiva. Es cierto que su obra – la obra de un creador que tiene antecedentes sólidos en la plástica de nuestro país – salta a la vista con una total naturalidad y que sus cuadros se bastan y se explican por si mismos, y es cierto también, que todo intento de definir una obra de arte en términos directos nos enfrenta al problema de la diferencia de lenguajes. La verdadera obra de arte no es una suma de elementos formales, hecha de la manera más adecuada, para que esos elementos alcancen la expresión y la intercomunicación con quien la observa y la analiza; o por lo menos, no es solamente eso. Lo que la hace tangible, es algo que nace como resultado de esa minuciosa e instintiva labor de ordenación de la obra, de la presencia del espíritu creador del artista, y de la voluntad de esas formas para trasladarnos a un más allá del contenido de ellas y revelárnoslo. Virtudes, que son existenciales y persistentes en la obra de éste gran artista.
El maestro Oliverio Corrales, hace muchos años, empezó con una pintura realista, como una forma de buscar un camino y constituir un estilo propio, definido, permanente, en las artes pláticas, como lo tienen los grandes creadores. Luego, quizás como resultado de un enfrentamiento interior, se volcó a la construcción plática de un superrealismo en el que combina formas geométricas con elementos arquitectónicos fantásticos, encontrando allí, su punto de partida. Hernán Rodríguez Castelo, escritor y crítico de arte y de literatura, quizás el más importante de Ecuador, señaló en su “Nuevo Diccionario crítico de artistas plásticos del Ecuador del Siglo XX”, sobre Oliverio Corrales Rivera, lo que a continuación transcribo textualmente: “Después se inclina decididamente hacia el superrealismo. Pinta, con gran detalle y calidades, casi decorativas, objetos o animales (tiene predilección por el gallo), en espacios translúcidos, y juega a burlar la lógica de lo real. Sin la hondura del gran superrealismo, su trabajo se ofrece a menudo al borde de lo gratuito o artificioso, o deriva sin más hacia la ilustración ingeniosa, fina de dibujo y luminosa de color. Folklor y magia americana daban a algunas de estas obras de factura brillante algún peso mayor en la muestra del Naín Isaías em 1.989. En la última década ha seguido buscando con su dibujo preciso, color transparente de finos degradés y fluidez compositiva, trascender la realidad de la que parte hacia un más allá lúdico, fantasioso, en los mejores casos onírico o mágico” (hasta aquí la cita). De esto han pasado casi dos décadas y el maestro Corrales Rivera, en ese caminar existencial artístico y en la búsqueda de otros lenguajes, ha avanzado notablemente, trabajando con denuedo y vigor para ofrecernos una nueva manera de expresarse plásticamente. Realmente quedé impresionado con esta nueva muestra ofrecida en la Escuela Politécnica Nacional.
Pienso que de la primera etapa señalada pasa a esta otra, que viene históricamente de hace algunos años, con mucha seguridad y persistencia a la corriente del Surrealismo. Me parece encontrar en esta nueva obra, si así se la podría calificar, la existencia vital de una constante definida: su expresión, su motivación, su temática, su persistencia, recogen en momentos de iluminación cromática nuestro mundo onírico en el que la imaginación sale de los límites cotidianos para abrirse campo en el vuelo de las otras realidades que su imaginación inventa. El surrealismo en la pintura se caracteriza por una serie de elementos y técnicas que buscan desafiar la lógica y la realidad convencional. El surrealismo se inspira en el subconsciente y los sueños, buscando acceder a la parte más profunda y primitiva de la mente humana. Los artistas surrealistas buscan distorsionar la realidad, creando imágenes que no se ajustan a la lógica o la experiencia cotidiana; imágenes oníricas, fantásticas y extrañas, que parecen haber sido sacadas de un sueño. Algunos de los artistas más destacados del surrealismo en la pintura son: Salvador Dalí, René Magritte, Max Ernst, André Breton y Frida Kahlo. En esta concepción, el maestro Oliverio Corrales Rivera nos intercala entre la barrera de una subjetividad objetiva y la realidad imaginaria de sus formas y la fuerza delicada de sus colores. Traza un mundo unidimensional con su obra plástica no como una sustitución de la realidad sino como una visión artística que nos ayuda a indagar y conocer la realidad en la que vivimos a través de sus atributos estéticos y de su versatilidad desvelizadora, que nos posibilita elevar con alegría y emoción nuestros más profundos sentimientos. Madurez de su obra, propuesta estética significativa por todo lo que nos induce a pensar, por la temática muy nuestra y también universal y contemporánea, originalidad en lo que nos plantea a través de las figuras y los colores, expresión intensa de las motivaciones de sus cuadros que nos acicatean imaginativamente, destreza en el manejo pictórico y el vigor luminoso de los colores. En suma, un gran creador ecuatoriano y de los mejores, que hoy nos brinda la oportunidad de conmover nuestro espíritu con su hermosa y trascendente obra. Pero, es necesario verla, casi sentirla interiormente, analizarla, mirarla detenidamente y hacernos un propio criterio, para valorar objetivamente el trabajo pictórico del maestro Oliverio Corrales Rivera.
No cabe duda, estamos en presencia de uno de los artistas plásticos más importantes del Ecuador.
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