La democracia es un sistema de limitación del poder. La Constitución establece las atribuciones y las limitaciones de los tres poderes del Estado que se controlan mutuamente. La revolución ciudadana fragmentó los tres poderes del Estado, sometió a la justicia, domesticó a los órganos de control y debilitó a la prensa; este autoritarismo engendró la democracia enferma que vivimos.

La tolerancia entre partidos rivales es una de las invenciones más novedosas de la democracia, antes no había rivales, sino herejes y traidores. La polarización política es un retroceso a etapas anteriores de la política que ve a los rivales políticos como peligrosos y mutuamente excluyentes.

Las élites y los medios de comunicación deben vigilar que la lucha política no nos arrastre al autoritarismo. La mayoría legislativa que nombró autoridades del poder legislativo generó tranquilidad porque le da al ejecutivo gobernabilidad. Sin embargo, al retorcer leyes y reglamentos para aparentar la presencia de la oposición en el CAL nombrando un disidente, esa mayoría burló a la democracia.

Con la apariencia de apertura al debate la mayoría legislativa hizo un uso abusivo de los reglamentos para anular la designación de una terna para el Consejo de la Judicatura, aprobada por una Asamblea anterior, y peor con el peregrino argumento de que no había ninguna prohibición.

Resulta alarmante que estas decisiones cuenten con la tolerancia de los organismos de control, de la Corte Constitucional y de la sociedad porque pueden conducir a conductas autoritarias por inclinación del propio gobierno o por presiones de la oposición. Es urgente reducir la polarización antes de pensar en la reconciliación.

Se reduciría la polarización si los líderes políticos hicieran acercamientos y dialogaran; si los más fervientes seguidores no se escandalizaran de esas aproximaciones y el gobierno contara con la oposición, como hizo la transición chilena, consultando con los partidos antes de presentar las leyes.