Seis locales destruidos en un atentado terrorista con dinamita. Sesenta tiendas cerradas luego por el terror que causó la explosión en ‘La Bahía’, pulmón comercial de la ciudad en el que se aglutinan 4,300 locales comerciales similares, visitados a diario por miles de personas.
La población civil soporta ahora el ataque de ‘fuerzas beligerantes’. Eufemística frase utilizada por el fugitivo belga para negarse a condenar el terrorismo en la Constitución, cuando el sabía ya, que los grupos armados terroristas de las FARC se encontraban asentados en el país combatiendo con nuestras tropas cuando estas encontraban ocasionalmente sus campamentos, según se deduce de la lectura del Informe de Angostura que Pancho Huerta (︎+) me entregara personalmente en las manos.
Pregunta tonta: al actuar de esa forma el Presidente de ese entonces…¿privilegió los intereses de la nación ecuatoriana? ¿O los traicionó en beneficio de sus amiwis de las FARC; o de la mafia albanesa que ingresó luego de la Constituyente al país; o de los carteles mexicanos que la siguieron en atropellada sucesión?¿Es o no, un acto de traición a los intereses de la nación la entrega de nuestro territorio a los ‘grupos beligerantes’? [¡vaya palabreja, carajo!].
Lo que yo aspiro como ciudadano, es que no solo los dinamiteros reciban su castigo por el ataque a la población civil. Ver como el monstruo -auténtico autor mediato de esto- deja de comer enchiladas en Mexico y es recluido en una prisión de máxima seguridad desde la cual no vuelve a ver la luz del sol. El ‘hombre de atrás’ [Roxin], debe ser castigado.
Pero ni el terrorismo ni la traición a la patria están prohibidos en la Constitución. Se necesita entonces, una -nueva, vieja o chamuscada, da igual- que lo haga. Y que quienes los cometen sean condenados. A 1040 años de prisión como los terroristas que dinamitaron el aeropuerto de Barajas el 2006. Para que el líder de la estructura criminal -al igual que los dinamiteros- sea condenado POR TERRORISTA.
No se puede. La ley rige para lo venidero, dirá un garantista. Y la tremenda Corte lo respaldará.
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