Bases militares, geografía del vasallaje

Jun 8, 2025

Por Heidi Galindo

“Las bases militares extranjeras no son instrumentos de cooperación; son los pilares de un imperio”, escribió Chalmers Johnson, politólogo, exanalista de la CIA y crítico del expansionismo militar. Esta afirmación no es simplista, sino la constatación de que toda base foránea introduce una lógica estratégica ajena que vulnera la autonomía política y operativa del Estado anfitrión.

La reciente aprobación en la Asamblea Nacional de una reforma constitucional que habilita la presencia de fuerzas extranjeras en suelo ecuatoriano —pendiente de referéndum— reabre un viejo dilema sobre soberanía. La instalación de bases militares, disfrazada de cooperación antinarcóticos, se presenta como medida técnica. Pero los antecedentes exigen una lectura más rigurosa.

El Comando Sur se desplegó en la Base de Manta en 1999, tras un acuerdo firmado por Jamil Mahuad dentro del Plan Colombia, y operó hasta 2009. Sin embargo, según Primicias, entre 2010 y 2020 las incautaciones de cocaína en Ecuador aumentaron un 500 %, y entre 2020 y 2022 —sin presencia extranjera— el promedio anual fue de 151.058 toneladas. ¿Se cuestiona entonces la capacidad de las FFAA, pese a estos resultados?

Más allá del dato puntual, el momento histórico demanda una lectura más amplia. La profunda reconfiguración global —con potencias regionales emergentes, erosión del multilateralismo, declive del viejo orden liberal y auge de la geopolítica transaccional— ha reducido a los países pequeños a meras piezas de ajedrez. En este marco, ha surgido el eufemismo de “soberanía inteligente”, concepto que pretende reconciliar la cesión de autonomía con una supuesta estrategia pragmática. Pero lejos de ser una categoría analítica válida, es una fórmula retórica diseñada para legitimar la subordinación. Hablar de soberanía inteligente es como hablar de libertad tutelada: un oxímoron útil para tranquilizar conciencias colonizadas.

Semejante noción asume, con ingenuidad o cinismo, que una potencia extranjera puede actuar desinteresadamente en beneficio del débil. ¿Qué vacíos de autoestima colectiva nos empujan a delegar nuestra seguridad en quienes han cultivado históricamente la desigualdad hemisférica? Que exista precariedad económica no implica renunciar a la autonomía: obliga a redefinir prioridades nacionales, más aún en una era en la que las tecnologías permiten modelos de seguridad soberanos sin tutelaje externo. Ninguna potencia brinda seguridad sin cobrarse soberanía.



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