Migración china en Ecuador (I)

May 15, 2025

Por Kléver Antonio Bravo

Hay ciertas palabras de origen chino que son un misterio en su origen y su significado, especialmente con su fonética; por ejemplo, acá tenemos al volcán Sangay y sus permanentes fumarolas, China tiene una ciudad de nombre Shanghái, la ciudad más grande y centro del movimiento financiero internacional. Otro caso: Shangrilá, es un campamento de entrenamiento militar en la Amazonía ecuatoriana; Shangri-La es un topónimo de la provincia de Yunnan, China, un pequeño pueblo ubicado al oeste de las montañas de Kunlun.

Si en este párrafo anterior hemos hecho mención de ciertos términos de gran similitud en los dos países, China y Ecuador, ahora pasamos a la migración china en nuestro país, tomando como referencia temporal, las últimas décadas del siglo XIX.

Las diferentes guerras, hambrunas y desastres naturales que amenazaron a China en la mitad del siglo XIX, provocaron la gran diáspora de sus pobladores, quienes optaron por emigrar por los cuatro puntos cardinales. En el caso de Latinoamérica, los primeros chinos llegaron a los puertos de La Habana y el Callao. Milton Reyes, en su libro Historia de la migración china en Ecuador, da a conocer que los primeros migrantes fueron los coolies, trabajadores de origen chino que eran contratados para trabajos forzados en todos los continentes, donde escaseaba la mano de obra barata.

En nuestro país sucedió que, en 1854, el magnate Nicolás Izquierdo solicitó al presidente José María Urvina la posibilidad de traer a tierras equinocciales, jornaleros chinos como mano de obra barata y en condiciones de esclavitud disimulada. El pedido fue rechazado, en vista de que el discurso de la época dejaba muy claro en mensaje de anti – esclavitud, tomando en cuenta que, en 1854, fue publicada la Manumisión de los Esclavos. Sin embargo, dos décadas más tarde, en el gobierno de García Moreno, el hacendado y funcionario diplomático en Lima, don Vicente Piedrahita y Carbo, oriundo de Daule, logró traer la primera oleada de chinos para que trabajen en sus haciendas Palestina y Anasque. No se sabe cuántos ni el día que llegaron; lo cierto fue que, con el paso de los años, se fueron dispersando por las provincias de Guayas y Los Ríos, dejando de ser los jornaleros en las plantaciones de cacao, para ser los dueños de pequeñas tiendas, bazares y fondas, especialmente en Guayaquil y Quevedo.

Aquella primera oleada china, encontró en el Litoral ecuatoriano una similitud en el paisaje costeño con el paisaje y el clima de Cantón, su región natal; por otra parte, la red fluvial, conformada por los ríos Daule y Babahoyo, facilitó la dispersión y el inicio de lo que sería para ellos su nueva forma de supervivencia, gracias al desarrollo comercial y agrícola que ofrecía la región, y a la cual se adaptaron con gran facilidad.

La hospitalidad para los nuevos residentes chinos tuvo su freno con el decreto del 14 de septiembre de 1889, en el gobierno de Antonio Flores Jijón, hijo del presidente venezolano Juan José Flores. Dicho documento establecía que “se prohíbe la entrada de chinos a la República”. El rechazo a los migrantes chinos salió a la luz debido a su inmediato desarrollo económico, que sobrepasaba a los otros comerciantes; además, era notoria su ética, su seriedad, su sencillez y su constancia en el trabajo. Al respecto, solamente el diario El Globo fue uno de los medios escritos de la época que contradecía el decreto, manifestando que, esta población china no se mezclaba en la política y no perturbaba el orden social y el orden público.



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