El príncipe William y Catherine Middleton se convirtieron en protagonistas de una escena que paralizó al mundo: una boda real seguida por millones que sellaba una historia de amor forjada en la universidad y fortalecida por los desafíos de la vida pública. Hoy, 14 años después, la pareja es sinónimo de estabilidad en la monarquía británica, mientras enfrenta uno de sus momentos más difíciles: el diagnóstico de cáncer de Kate.

El romance comenzó lejos de los flashes, en las aulas de la Universidad de St. Andrews, en Escocia, donde ambos estudiaban Historia del Arte. La relación, basada en la amistad y la complicidad, creció con el tiempo, aunque no sin obstáculos. En 2007, una breve ruptura expuso las tensiones que suponía estar bajo el constante escrutinio mediático. Sin embargo, la reconciliación llegó con mayor madurez, y en noviembre de 2010 se anunció el compromiso.

La boda, celebrada en la Abadía de Westminster, fue un despliegue de simbolismos: Kate, con un vestido de Sarah Burton para Alexander McQueen, avanzó por el pasillo con una tiara Cartier prestada por la reina Isabel II. William, uniformado como coronel de la Guardia Irlandesa, la esperaba con una sonrisa nerviosa. No era solo una unión amorosa, sino también un mensaje político de continuidad y renovación en un Reino Unido golpeado por la crisis económica.

Desde entonces, los duques de Cambridge —hoy príncipes de Gales— construyeron una imagen sólida. Kate, nacida en una familia de clase media alta, fue la primera futura reina consorte en tener un título universitario antes del matrimonio. Su discreción, paciencia y sentido del deber le ganaron el respeto del pueblo y de la reina.

La pareja tuvo tres hijos: George (2013), Charlotte (2015) y Louis (2018). Conscientes de su papel institucional, pero determinados a preservar la normalidad en su vida privada, eligieron criar a sus hijos alejados del ruido mediático, siempre que fue posible.

En el camino también enfrentaron tensiones familiares, sobre todo con el príncipe Harry y Meghan Markle. Lo que comenzó como una imagen de unidad entre las dos parejas pronto se transformó en una relación distante, marcada por diferencias personales y la salida de los duques de Sussex de la familia real en 2020.

A pesar de los rumores de crisis en años recientes, William y Kate se han mostrado como un matrimonio comprometido y una pieza clave en la modernización de la monarquía. En 2024, la noticia del cáncer de Kate sacudió al Reino Unido. Su retiro temporal de las funciones oficiales fue manejado con la misma reserva que ha caracterizado a la pareja desde el inicio.

Hoy, a 14 años de aquella boda que parecía sacada de un cuento de hadas, William y Kate encarnan una historia real, con altibajos, presiones externas, momentos de distanciamiento y también pruebas difíciles que los han fortalecido. Lejos del protocolo frío, su vínculo sigue siendo, para muchos, símbolo de un amor genuino que evoluciona y resiste, incluso en los momentos más oscuros.