Políticos y expertos hablan de una Asamblea Constituyente y una nueva Constitución. Han comenzado con algunos presupuestos que garantizan el fracaso del proyecto. El primer presupuesto es que el gobierno cumplirá su promesa de campaña, aunque sabemos que las promesas de campaña son vacías y que el gobierno carece todavía de proyecto con mecanismos y tiempos.

El segundo presupuesto es la idea de que el gobierno debe aprovechar la viada de la victoria electoral.  Esa idea contamina el proyecto convirtiéndolo en estrategia política y degrada la urgencia hasta convertirla en improvisación. Otro presupuesto es la convicción de que el apoyo al presidente Noboa es duradero y que volverá a ganar cualquier elección.

El cuarto presupuesto es la creencia en que se puede gobernar y hacer campaña electoral al mismo tiempo, aunque la experiencia nos diga que la nueva Constitución exige tres campañas electorales porque exige tres convocatorias a las urnas. La campaña electoral es de corto plazo, una Constitución es de largo plazo.

No reelegimos al presidente Noboa para que nos embarque en una campaña electoral permanente sino para que resuelva los urgentes problemas que tiene el país. No tardarán los expertos en buscar mecanismos para cortar caminos y tratarán de vender al gobierno estrategias jurídicas novedosas o la idea de una Asamblea de plenos poderes.

Las tareas del gobierno son precisas y urgentes: reducir la violencia, el avance del narcotráfico y la corrupción. Crear puestos de trabajo atrayendo inversión extranjera y activando la economía. Reducir el dispendio de los recursos, mejorar los servicios públicos y aprovechar los recursos naturales.

Una nueva Constitución es un proyecto que exige tiempo para construir proyectos, organizar debates, estudiar los cambios en las leyes secundarias y alcanzar consensos antes de embarcarse en procesos electorales. Una Constitución debiera ser obra de varios gobiernos para que sirva a varias generaciones.