Tiempo de mujeres

Abr 15, 2025

Por María Verónica Barreiros

Entre los chats que la Fiscalía extrajo de los dispositivos de Augusto Verduga —ex consejero del CPCCS y militante de la Revolución Ciudadana— hubo uno que captó poderosamente mi atención: la grabación de una reunión del buró electoral, previa al anuncio de candidaturas para las recientes elecciones presidenciales.

En esa conversación, participan activamente Paola Pabón, Rafael Correa y el propio Verduga. La prefecta de Pichincha, siempre más lúcida que sus compañeros, expone un análisis claro y riguroso sobre la candidatura de Luisa González, que ya parecía una decisión tomada por el buró (es decir, Rafael Correa Inc.). Paola fue la única que leyó bien los datos de las elecciones anteriores y lo dijo sin rodeos: “los números de Luisa son un techo, no un piso… lo que necesitamos es un candidato serrano… un buen guiño de ojos a la Sierra”.

Pero su análisis fue ignorado. Ni escuchado ni aceptado. Aun así, Paola se compromete con la candidatura de González porque cree que “es tiempo de mujeres”. A lo que el expresidente prófugo responde sin rodeos: que no, que no lo es. Que le gustaría que fuera, pero que todas las encuestas muestran que el país prefiere un hombre en la presidencia. Según él, porque la seguridad —la principal preocupación de los ecuatorianos, seguida por la corrupción y el empleo— siempre se asocia con lo masculino.

Supongamos por un momento que su aseveración fuera cierta. Entonces, ¿por qué eligió a Luisa? ¿Por qué no designó a uno de esos “machos alfa” de la política nacional, de esos que sobran en su movimiento? Solo hay una explicación plausible: porque Luisa es él. Porque él se ve reflejado en ella. Correa confía en Luisa porque sabe que ella no lo traicionará. Porque ella se debe a él.

Consciente de las limitaciones políticas y electorales de su candidata, Correa pensó resolverlas con el binomio: “Luisa será la madre protectora, y su vicepresidente el experto en economía y seguridad”. Así, perpetuó una visión vetusta de la mujer en la política. Para la RC, las mujeres siguen siendo arquetipos: cuidadoras, sacrificadas, tiernas. Madres, antes que líderes.

Ese sesgo machista impide que vean lo evidente: que las mujeres de hoy ya no encajamos en ese molde. No necesitamos ser complementadas, porque somos completas. No queremos ser “la parte emocional” de una dupla. Somos protagonistas.

No es cierto que no es tiempo de mujeres. Lo que sucede es que muchas —muchísimas— no queremos que sea tiempo de las mujeres que militan en la Revolución Ciudadana.



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