La televisión mexicana ha exhibido una imagen espeluznante: una pila de ropa y zapatos en un campamento de exterminio donde los carteles mexicanos desmembraban los cadáveres de sus víctimas para quemarlos. Esas hordas de asesinos controlan un tercio del territorio nacional, las aduanas, el tráfico de fentanilo y tienen conexiones en el poder político.
China envía a México los precursores, México fabrica el fentanilo, los cárteles pasan la frontera y matan 80.000 consumidores norteamericanos cada año. Trump ha declarado a los cárteles como grupos terroristas extranjeros y amenaza con actuar directamente si Claudia Sheinbaum continúa la política de “abrazos, no balazos”.
La presidente Sheinbaum está en una encrucijada que amenaza su supervivencia: o acepta las exigencias de Estados Unidos o se somete a la política de López Obrador custodiada por su hijo Andrés López Beltrán, considerado ya candidato presidencial. Es el dilema inevitable de los presidentes vicarios.
Donald Trump ha decidido imponer un nuevo orden mundial en acuerdo con Vladimir Putin. En ese nuevo orden, Ucrania sería controlada por Moscú, Canadá, México y Groenlandia por Washington y probablemente Taiwan por China. ¿Dónde se ubicarán los Brics si Putin y Trump están del mismo lado?
A los ecuatorianos nos interesa saber dónde se ubicará nuestro país en ese nuevo orden mundial. Noboa es amigo de Estados Unidos, ¿Dónde se ubicaría Luisa González sin amigos? La narcopolítica mexicana dejará de ser un refugio, la izquierda populista latinoamericana será acosada por el nuevo orden y los narcotraficantes perseguidos como terroristas.
Nuestro país debería exigir a los candidatos que digan cómo será el Ecuador de Daniel Noboa o el de Luisa González; cómo se ubicarán en geopolítica, si mantendrán la dolarización, si serán estatistas o liberales, si respetarán la libertad de prensa, si darán abrazos o balazos a los cárteles del narcotráfico. Tenemos derecho a saberlo antes de ir a votar.
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