¿Realmente decides tu voto? Descubre cómo los sesgos cognitivos te influyen

Feb 17, 2025

Por Karina Granja

A medida que se acerca la segunda vuelta electoral, me gustaría alejarme del típico debate que enfrenta una postura política contra otra. No porque esas discusiones no sean valiosas—siempre que se den de manera argumentada y con espíritu crítico—sino porque quiero centrarme en un enemigo mucho más sutil, pero igual de poderoso, que influye en nuestra elección del futuro presidente o presidenta. Un enemigo que muchas veces nos impide tomar la mejor decisión para nuestro país.

Ese enemigo somos nosotros mismos.

No se trata de culparnos, sino de comprender cómo los sesgos cognitivos afectan profundamente nuestras decisiones políticas. Estos atajos mentales nos llevan a percepciones distorsionadas de la realidad y, sin darnos cuenta, pueden condicionar nuestra forma de votar. Por eso, antes de reafirmar nuestras posturas, debemos tomar un momento para reflexionar sobre cómo estos sesgos influyen en nuestras decisiones.

Pero, ¿qué es un sesgo cognitivo?

La Real Academia Española define “sesgo” como una desviación o inclinación de algo hacia un lado. En psicología, el término “sesgo cognitivo” se refiere a errores sistemáticos en el pensamiento que afectan nuestra percepción de la realidad. Este concepto fue introducido en 1972 por el psicólogo y premio Nobel Daniel Kahneman junto con Amos Tversky, quienes demostraron que nuestras decisiones no siempre son racionales, sino que están influenciadas por patrones mentales automáticos.

Existen numerosos sesgos cognitivos, pero en el contexto político, algunos tienen un impacto particularmente significativo en cómo percibimos y evaluamos a los candidatos y sus propuestas. Veamos algunos de los más relevantes.

Sesgo de correspondencia

Este sesgo nos lleva a juzgar a los demás basándonos en su personalidad o carácter, mientras que explicamos nuestras propias acciones en función de las circunstancias. En política, esto se traduce en la tendencia a defender a un candidato simplemente porque nos identificamos con él, sin analizar objetivamente sus decisiones, incluso apelando a lo aspiracional. Por ejemplo, podríamos justificar errores de “nuestro” candidato como simples equivocaciones, mientras que condenamos con dureza los mismos fallos en un adversario político.

Sesgo de interés personal

Este sesgo refuerza nuestra creencia de que nuestros éxitos se deben a nuestro mérito, mientras que los fracasos son producto de factores externos. Aplicado a la política, esto significa que si un gobierno de nuestra afinidad tiene buenos resultados, lo atribuimos a su gestión, pero si son malos, culpamos a la oposición o a circunstancias externas. Por el contrario, si un partido contrario logra avances, tendemos a minimizar su impacto o adjudicarlo a factores ajenos.

Sesgo de favoritismo del endogrupo

La inclinación natural a favorecer a quienes consideramos parte de “nuestro grupo” hace que los medios de comunicación con ciertas orientaciones políticas informen de manera parcial. No siempre hay una intención deliberada de manipular la información, sino que los periodistas, al igual que el resto de las personas, están sujetos a los mismos sesgos. Investigaciones han demostrado que este fenómeno contribuye a la polarización política y dificulta el diálogo entre diferentes ideologías.

Efecto de arrastre

Se trata de la tendencia a adoptar creencias o comportamientos simplemente porque muchas personas lo hacen. En política, esto se traduce en el voto “por mayoría”, donde apoyamos a un candidato solo porque lidera las encuestas o porque sentimos que “todo el mundo” lo está haciendo. Tan solo recordemos que muchos ecuatorianos se creyeron que solo habría una sola vuelta y con el presidente candidato como ganador.

Sesgo del falso consenso

Este sesgo nos lleva a sobrestimar cuántas personas comparten nuestras opiniones. Nos hace pensar que “la mayoría” está de acuerdo con nuestras ideas, cuando en realidad nuestra percepción está influenciada por nuestro entorno inmediato y nuestras fuentes de información. La mejor forma de contrarrestarlo es debatiendo con personas de diferentes perspectivas y buscando información variada.

Sesgo del punto ciego

Este sesgo nos hace creer que somos menos propensos a los sesgos cognitivos que los demás. Es decir, tendemos a pensar que nuestras opiniones son objetivas y racionales, mientras que los otros están equivocados o sesgados. Sin embargo, todos estamos influenciados por estos atajos mentales, y reconocerlo es el primer paso para tomar decisiones más informadas.

¿Cómo podemos combatir estos sesgos?  Ser conscientes de la existencia de los sesgos no los elimina, pero sí nos permite cuestionar nuestras creencias y evaluar la información de manera más crítica. Aquí, apreciados lectores, comparto 3 estrategias:

  1. Exponernos a opiniones diversas y contrastar información de distintas fuentes.
  2. Cuestionar nuestras propias creencias y estar abiertos a cambiarlas si la evidencia lo justifica.
  3. Participar en debates con respeto y sin prejuicios, buscando comprender las razones detrás de cada postura. Detrás de cada ser humano hay una historia.

Los sesgos cognitivos son una parte inevitable de nuestra naturaleza, pero si aprendemos a reconocerlos, podemos tomar decisiones políticas más conscientes y responsables.

Después de todo, la democracia se fortalece cuando sus ciudadanos ejercen el voto de manera informada y crítica.



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