¿Qué hemos hecho para merecer esto?

Feb 3, 2025

Por José Vales

Ahora sí, contamos con los suficientes elementos para poder comenzar a deconstruir a Javier Milei, el presidente argentino, devenido en una suerte de Rock Star, por el gran capital financiero y por los varones del poder.

En la actualidad, ante la carencia de política, todo se reemplaza con marketing. Y allí, no son pocos los que creen asistir al “milagro argentino” a manos de Milei, por el solo hecho de haber podido controlar, mínimamente, la inflación, recortar gastos en el cuerpo del Estado y poco más. Pero lo nuestro nunca fue el marketing, sino la búsqueda de la verdad. Esa materia prima que, eso todavía llaman periodismo, hasta hace algunos años, estaba obligado a hallar.

Y “la verdad”, es este caso, es que la cuestión para Milei y los argentinos es mucho más compleja que lo que nos hacen ver el “león de las Pampas” y su “ejército” de adláteres e influencers.

En palabras del mandatario Argentina viene llevando adelante “el ajuste más grande de la historia”. La pesada carga del mismo recae sobre los sectores más populares de la población y, en parte, sobre lo que queda de la castigada clase media. Si bien la administración Milei pudo controlar el ritmo de la inflación, la misma sigue siendo alta comparada con otros países de la región. No obstante, el valor del dólar está planchado artificialmente, y provoca que la Argentina, hoy, se haya convertido en uno de los países más caros de Sudamérica y cuya inflación, si bien menor, ahora es en dólares. Hasta allí, todo más o menos encarrilado dentro las excentricidades de Milei y su equipo. Había un vasto sector social decidido a acompañar a este economista, cuyo liderazgo fue construido por empresarios y delineado en los sets de televisión entre tertulias y polémicas. Pero un día Donald Trump volvió al poder y el “león nuestro de cada día” sintió que tenía un vínculo privilegiado con el magnate estadounidense y su mecenas, Elon Musk, y allá fue: a la posesión el pasado 20 de noviembre. Un par de días después, de allí salió envalentonado por el discurso de Trump —y afectado por las presiones sectoriales para tomar medidas que rompan el muro fiscal a las exportaciones argentinas—, hacia el World Economic Forum de Davos.

Los argentinos más informados y atentos esperaban que, en ese ámbito, el presidente explicara de una vez cuál será el camino a seguir en los próximos meses, en materia económica; cómo bajaría los altísimos índices de pobreza que heredo del kirchnerismo y ver si podía captar inversiones extranjeras, las cuales necesita como el agua, en un escenario que era el ideal para ello. Claro, es Milei y con él nunca se sabe. Arrancó con un discurso crítico contra la cultura Woke, atacando la igualdad de género, mezclando el feminismo con la pedofilia, y una serie de disparates tan dignos con los que su par Gustavo Petro utilizó para responderle a Trump en la discusión por los migrantes devueltos a Colombia.

El auditorio se iba vaciando a medida que desgranaba sus conceptos, escritos por uno de sus dos asesores estrellas, los que cada vez se parecen más a la reencarnación de José Antonio Primo de Rivera. Los murmullos aumentaban y su repetida estrategia de abrir un frente de batalla para entretener a la sociedad, mientras las soluciones económico-sociales no llegan, esta vez, fracasó estrepitosamente.

Allí donde no tenía oposición, ahora se le creció una nada fácil. El movimiento LGTBIQ+, viene de organizar una multitudinaria “marcha del orgullo antifascista y antirracista” el pasado sábado en Buenos Aires y en las principales ciudades de todo el país.

De ese movimiento, participaron los organismos de derechos humanos y se colgaron los sindicatos de la CGT, hasta convertirla en la manifestación antigubernamental más importante de los, casi, 14 meses de gestión.

Allí fue donde Milei mostró sus flaquezas y las fallas de su estrategia. Ya no le alcanza con pelearse un día con los artistas, otro día con los cantantes y otro con “los zurdos hijos de puta” o expulsar cada semana a un funcionario de su confianza, fruto de peleas internas y de las decisiones de su hermana Karina (a quien apoda “el Jefe”), la que toda su experiencia política se mide por su devoción al tarotismo. Así, el Gobierno se compró la animosidad de un colectivo al que conquistar derechos le costó “sangre, sudor y lágrimas”, amén de que fueran usados políticamente más de una vez en las últimas décadas, pero eso, ahora, es harina de otro costal.

Justo Milei que jura y perjura que es liberal, libertario, anarcocapitalista y que su frase más repetida es “viva la libertad, carajo…”, se pronuncia por recortar libertades en sintonía con Trump demostrando, de paso, que es lo que es: un conservador populista en su intento más nítido por labrar un relato al mejor estilo de la expresidenta Cristina Kirchner, pero con otro contenido, más afín a los tiempos que corren.

Y lo hace tejiendo acuerdos con esa “casta” que dice combatir. No hay que bucear mucho en su equipo para encontrar a enconados kirchneristas de viejo cuño como su jefe de Gabinete, Guillermo Francos o el secretario de Turismo y exvicepresidente Daniel Scioli, cuando no en cientos de cuadros medios en cargos estatales que hasta hace dos días se inscribían en “les chiques (SIC) para la Liberación” del kirchnerismo.

Lo dijo con toda claridad el pasado viernes, el diputado Maximiliano Ferraro, de la opositora Coalición Cívica. “¿No dicen nada cuando tienen de ministro de Justicia a Mariano Cuneo Libarona, quien defendió a José Alperovich, (un exgobernador condenado por abuso sexual contra su sobrina)? ¿No dicen nada cuando el ministro fue el defensor de Carlos Menem en el contrabando de armas a Ecuador? ¿O cuándo estuvo imputado en la causa del atentado contra la AMIA? Aquí hay una doble vara…

”Una vez visto el impacto de la marcha del sábado, los nervios en el Gobierno no parecen templados. Menos cuando los bancos internacionales están hablando de una devaluación de casi el 30 % a lo largo del 2025, año electoral en el que la administración necesita revalidar títulos con el electorado para reforzar sus alicaídas bancas parlamentarias. Todo esto sin ideas de cómo superar la crisis, poniendo toda la energía en ver si su cerrada alianza con Trump le abre las puertas a una mayor financiación y a un acuerdo de libre comercio, —justo Trump, transformado en el rey del proteccionismo— y ocupar el tiempo en las libertades individuales antes que en los problemas de fondo, heredado por décadas de esos conservadores jugando a los pseudoprogresistas que, hasta acá, funcionan como los mejores aliado de Milei y sus muchachos. Pero, ahora, como quien no quiere la cosa, le surge algo parecido a una oposición en las calles, dispuesta a hacer que el presidente, se rectifique, pare de rugir y nos brinde más elementos para poder enumerar (al igual que en distintas latitudes) de todos los errores cometidos en cuanto sociedad a lo largo de nuestra historia reciente, para tener que merecer esto… que tenemos como presente.



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