Desde tiempos remotos, los seres humanos han recurrido a remedios naturales para aliviar diversas dolencias, mucho antes de que surgiera la industria farmacéutica moderna. Lo que hoy conocemos como medicina “alternativa” tiene sus raíces al menos en el siglo VII a.C., y probablemente mucho antes. Esta tradición de curas naturales ha perdurado a lo largo de los siglos, y entre sus representantes más conocidos destaca la medicina ayurvédica, originaria del subcontinente indio.
La ashwagandha, un arbusto medicinal presente en Asia y África, es uno de los pilares más importantes de esta medicina tradicional. Conocida por sus propiedades adaptógenas, la ashwagandha se ha utilizado durante milenios para reducir el estrés y mejorar la salud general. Aunque muchos expertos la consideran una pseudociencia, los defensores de su uso destacan sus múltiples beneficios.
El arbusto, cuyas flores son de color amarillo, contiene compuestos químicos que pueden contribuir a calmar el cerebro, disminuir la inflamación, reducir la presión arterial y fortalecer el sistema inmunológico, según Medline Plus. Su nombre, “Ashwagandha”, que significa “olor a caballo”, refleja tanto su aroma como su potencial para aumentar la energía y la fuerza física de quienes la consumen.
Entre los beneficios atribuidos a la ashwagandha, se encuentra su capacidad para regular el estrés al influir en sustancias como el cortisol, conocido como la “hormona del estrés”. Su impacto en el sistema neuroendocrino, que regula funciones clave como el metabolismo y la digestión, también ha sido objeto de estudio. Sin embargo, los estudios aún no son concluyentes respecto a la dosis y las mejores formas de consumirla.
Investigaciones también sugieren que la ashwagandha puede mejorar la salud pulmonar y aumentar el consumo máximo de oxígeno, lo que reduce el riesgo de enfermedades cardíacas. Además, se ha vinculado con mejoras en la producción de testosterona y fertilidad masculina, así como en la calidad del esperma.
Esta planta también puede beneficiar la memoria y la función cerebral, mejorando la atención, el tiempo de reacción y el rendimiento cognitivo en general. Por si fuera poco, se ha comprobado que ayuda a mejorar la calidad del sueño, lo que la convierte en un aliado natural en la salud física y mental.
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