Debate, ¿cuál debate?

Ene 23, 2025

Por Anabelle Chacón

Debate es una contraposición de ideas entre personas que difieren.  Esto no fue lo que se vio el 19 de enero pasado.  Simplemente, se dio una formalidad para cumplir con el artículo 202.2 del Código de la Democracia que lo estipula como obligatorio.  Claro que, con 16 candidatos, el formato no daba para más porque, caso contrario, se hubiese convertido en un diálogo caótico que obligó a que se lo divida en dos grupos.

No faltaron las notas anecdóticas, comenzando por el vestuario, desde alguien con complejo de libertador hasta quienes parecían uniformados al vestir traje azul, camisa blanca y corbata roja, pocos lucieron en sus prendas colores alusivos al partido al que pertenecen.   En lo de fondo, se escucharon propuestas completamente descabelladas como la construcción del tren bala que una Quito y Guayaquil, lo cual indica el desconocimiento de la realidad geográfica del país, de la implicación técnica del proyecto, peor aún de los costos que implicaría una obra de tal tamaño. 

Muchos se refirieron al problema energético del país y hablaron de la varita mágica de proyectos alternativos a los hidroeléctricos como energía eólica y nuclear.  Sin tomar en cuenta que, por ejemplo, la energía eólica requiere una fase inicial de estudios de alrededor de dos años antes de la decisión final; o, que la energía nuclear debe tener una tecnología enorme que va desde el emplazamiento de una plaza en un lugar sin afectación tectónica y del material que se use es radioactivo y no porque se tenga en la cordillera significa que está disponible, eso por no hablar de la construcción que puede llevar hasta una década.

En seguridad, no faltó el audaz que quería llevar directo al cementerio a los delincuentes, así, dicho a boca de jarro, sin intermediarios y que cuando se le increpó sobre su idea, titubeó y no supo que responder, una actitud que o iba con su traje libertario.

No faltó la vulgaridad al usar expresiones fuera de tono como para impactar al público pero que degradan el nivel de discusión.  Tampoco faltaron las confesiones inoportunas como decir que se gastó 200 millones en movilizaciones, como si fuera poco lo que se dice.

En fin, pocos fueron los destacados, pero lo que reinó fue la mediocridad.



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