El domingo 19 de enero de 2025 se llevará a cabo el debate obligatorio entre los 16 candidatos presidenciales, organizado por el Consejo Nacional Electoral (CNE). Este evento, transmitido en cadena nacional a través de Ecuador TV, promete marcar un antes y un después en el panorama electoral, pese a la ausencia de un cara a cara entre los principales contendientes: Daniel Noboa y Luisa González.
El formato del debate, dividido en dos franjas horarias debido al elevado número de participantes, establece que ocho candidatos se presentarán de 19:00 a 20:30, y los restantes de 20:35 a 22:00. Este esquema, decidido por sorteo, ha provocado que Daniel Noboa, del movimiento Acción Democrática Nacional, y Luisa González, de la Revolución Ciudadana, no coincidan en el mismo segmento, limitando la posibilidad de un enfrentamiento directo.
Por azar o casualidad, el separarlos ha sido recibido con escepticismo, ya que, según diversas encuestas, ambos lideran la intención de voto. Un enfrentamiento entre ellos hubiera sido, para muchos ciudadanos, el principal atractivo del debate. En cambio, los demás 14 candidatos podrían aprovechar esta oportunidad para destacar sus propuestas y captar la atención de un electorado que podría no tenerlos en cuenta.
Las cifras respaldan una interesante importancia del debate en la definición del voto. En las elecciones de 2023, los debates de primera y segunda vuelta alcanzaron una audiencia cercana al 75 % de la población, según datos oficiales. En aquel momento, Daniel Noboa destacó por su estilo no confrontativo, lo que le ganó el apoyo de muchos votantes. Sin embargo, en esta ocasión, su papel como presidente-candidato podría jugar en su contra debido a su falta de elocuencia en escenarios más exigentes y su reciente postura confrontativa.
Por su parte, Luisa González enfrenta el desafío de consolidar su apoyo en un formato que, debido al tiempo limitado para responder y a la fragmentación horaria, podría no ser el óptimo para mostrar sus capacidades.
Insisto: el impacto de los debates en la intención de voto es significativo. En las elecciones nacionales de 2021, el primer debate nacional obligatorio permitió el ascenso de figuras como Xavier Hervas y Yaku Pérez, quienes inicialmente no figuraban como favoritos. De igual manera, en 2023, emergieron candidatos como Jan Topic y el propio Daniel Noboa, quienes lograron posicionarse gracias a su desempeño en estos espacios.
Esto evidencia que el electorado –en su gran mayoría- analiza cuidadosamente sus opciones, buscando soluciones concretas a los problemas del país. Como bien señalan los expertos, no basta con decir qué se hará; lo importante es cómo se llevarán a cabo las propuestas. Este mensaje debería ser prioritario para los 16 aspirantes.
Ahora bien, el formato actual del debate presenta deficiencias significativas. La división en dos horarios y el tiempo reducido para las respuestas dificultan un análisis profundo de las capacidades de los candidatos. A pesar de ello, el postdebate podría consolidar a las dos candidaturas consideradas más fuertes o dar paso a que algún otro contendiente emerja como una sorpresa. Todo dependerá de la habilidad de los candidatos para transmitir un mensaje claro y diferenciarse en un escenario competitivo. El debate del 19 de enero será un punto decisivo en la campaña presidencial. Aunque el formato tiene sus limitaciones, su influencia en las intenciones de voto es innegable. Más allá de los favoritos, este espacio brinda una oportunidad para que los candidatos menos conocidos conecten con un electorado que exige soluciones reales. Este domingo, los ojos de la nación estarán atentos.
Es hora de que los ciudadanos dejen de centrarse en las apariencias y evalúen el fondo y el “cómo”, porque el camino al infierno está pavimentado de promesas vacías.
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