En el acto más vergonzoso que se haya conocido en la historia política de Venezuela, y también de América Latina, un tirano despreciable, apoyado por una estructura militar y civil corrupta a su alrededor, y cubierto por regímenes antidemocráticos tanto del continente como del resto del mundo, asumió el poder en Venezuela.
Pocas veces el mundo ha visto una página tan bochornosa, un descaro tan grande y una burla tan despreciable a la voluntad popular y a lo que es una elección democrática.
La pregunta que surge es: ¿qué se puede hacer? Existe una asimetría impresionante entre los tiranos de la izquierda, y las dictaduras que dirigen, y aquellos catalogados de “derecha o reaccionarios”.
Las inaceptables dictaduras del cono sur, todas terminaron entregando el poder por vía electoral. Aceptaron los resultados, se fueron y luego recibieron muchos de sus líderes el peso de la justicia.
En el Ecuador, las dos últimas dictaduras no fueron destituidas por otro dictador u otro golpe de Estado, sino por procesos que derivaron en una asamblea constituyente en los años 60 y por una elección democrática en los años 7O del siglo pasado.
Igual cosa sucedió en el Brasil con sus dictaduras. Pero estas dictaduras marxistas, socialistas del siglo XXI, sencillamente no se van. Ahí estaban los presidentes de Cuba y Nicaragua, añadiendo cinismo y putrefacción a ese cambio de mando. Nadie ha podido sacarlos, no hay manera de que en esos países, al igual que en Venezuela, entreguen el poder.
Sería entonces legítimo o no prohibir en una verdadera democracia que quienes han apoyado, aplaudido y hasta idealizado a estos regímenes no puedan participar en otros países como candidatos, porque no sabemos si al llegar al poder, sencillamente no lo dejen nunca.
La página actual de Venezuela nos deja, al igual que la cubana y la de Nicaragua, una macabra conclusión: solo se podrá salir de esas tiranías con gran derramamiento de sangre, con una guerra civil, con una confrontación entre los ciudadanos, entre aquellos que aman la democracia y aquellos que la pisotean.
También cabe una reflexión final: el crucial rol que juegan finalmente las fuerzas armadas. Por algo estos tiranos hablan de “fuerzas armadas bolivarianas”, “Fuerzas armadas sandinistas” o las “fuerzas armadas de la revolución”.
Cuando las Fuerzas Armadas son parte de un proyecto político, se ha sepultado entonces a la democracia, porque finalmente, quienes tienen las armas sostendrán al tirano, como ha sucedido ante los ojos de todo el planeta en Venezuela.
El tirano está lleno de miseria, pero aquellos que han recibido las armas para proteger al pueblo, y las instituciones democráticas, no se quedan atrás en ese país.
Nos solidarizamos todos con el pueblo de Venezuela, y volvemos los ojos hacia adentro, para entender que quien es amigo de Nicolás Maduro, de Miguel Díaz-Canel y de Daniel Ortega no puede ser amigo del Ecuador, pues es finalmente un amigo de la tiranía, el abuso, la corrupción y la degradación más grande del ejercicio de la política.
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