Lo que dijo la jueza Vera fue espeluznante. Dijo que un correísta convertido en presidente del Consejo de la Judicatura acudió personalmente a su oficina a chantajearle; acabaría con su carrera judicial o algo peor si no emitía un fallo a favor del presidente Noboa y en contra de la vicepresidente Abad.
Ya lo hemos olvidado porque esta sociedad ya no es líquida, como decía Bauman, es gaseosa. Nos gasean en la cara, se disipa, y a otro episodio. La tolerancia es una virtud, pero la sociedad que tolera lo intolerable es una sociedad sometida. El gobierno ha emprendido un camino sin retorno hacia el autoritarismo.
El ministro de gobierno explica cómo debemos ver el mundo. El domingo pasado arrancaba la campaña electoral desde el palacio de gobierno adornado con el tricolor nacional y custodiado por militares. El presidente anunciaba la victoria en cinco semanas y pedía el respaldo ante partidarios que portaban muñecos del candidato y gritaban “reelección”. El ministro explicó que no era campaña electoral, sino un saludo del presidente a espontáneos defensores de la democracia.
De la misma manera nos explicó que la señora Abad está en ausencia temporal, que la vicepresidente es una señora Gellibert, que la Asamblea intentaba un golpe en dos tiempos, que el artículo 93 de la ley de elecciones no es obligatorio, que se puede encargar el gobierno por horas.
La ministra del trabajo, por su parte, nos explicó que hay dos clases de constitucionalistas: los que piensan y están con el gobierno y los que forman parte de una “cadena de favores” y están en contra. Así es su mundo, de buenos y malos como correísmo y anticorreísmo.
El problema de interpretar las leyes a gusto del gobierno es que luego están obligados a defender su modo de ver el mundo y castigar a los que lo ven de otra manera. Si, además, el departamento de relaciones públicas de las Fuerzas Armadas emite un comunicado diciendo que el mundo es como lo ve el gobierno, la democracia está en peligro.
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