Pocos sentimientos son comparables con la bienvenida y reunificación con los seres queridos. Para quienes vivimos fuera, volver al país es especialmente emotivo, porque es retornar a las raíces. Aunque han habido muchos cambios, las montañas, las playas, las tradiciones, las comidas, los olores, los chistes, simplemente son y siempre serán la cultura y parte de uno. Pero antes de los abrazos y tener la oportunidad de desplegar estos sentimientos, primero hay que lograr pasar por los controles del aeropuerto.
En mi reciente llegada a Quito, me sorprendió que todos los pasajeros, una vez retirado el equipaje, tuvimos que presentar el pasaporte para poder salir del aeropuerto. El circunspecto funcionario que revisa el pasaporte determina si uno tiene que llevar el equipaje hacia los rayos X o no. Con la llegada de cada vuelo internacional, que transporta en promedio unos 300 pasajeros, se forman largas colas frente a los dos controladores designados para esta enorme tarea. Es una especie de puertas internacionales de salida que existen en otros países: “Algo que declarar (luz roja)” o “Nada que declarar (luz verde)”; en cambio en Quito, uno de los funcionarios es el que decide si es rojo o verde. Es tan rándom este proceso que ningún gringo pasa por estos filtros sino sólo los nacionales.
Probablemente se trate de una novedosa interpretación de ¡Ecuador Primero!
Si se llega a Quito en la mañana y en fin de semana se puede presenciar un interesante fenómeno que consiste en ver a ciclistas en la Ruta Viva, autopista de 3 vías, que bloquean la pista derecha y en algunos casos con uno o dos carros que les siguen a la velocidad de los ciclistas. Una suerte de Tour de France de fin de semana a la ecuatoriana. Interesante también comprobar que el chofer ecuatoriano -independiente de la clase de licencia de conducir que posea- hizo sus clases de manejo o bien en el Reino Unido, donde todos manejan por la izquierda, o en el Paris-Dakar, donde no existen carriles, ni ley; y, el estilo de conducción es de un decidido espíritu de “Fast and Furious”. Lo que sí tienen todos en común es que reducen la velocidad frente al único radar que todos sabe donde está o en el caso de algún control absurdo de “documentos”, a cargo de los agentes de tránsito municipal.
La entrada a Quito es apoteósica, luego de haber cruzado un túnel hecho para dos carriles y que fue adaptado para tres. Puedo aseverar que en Ecuador hay la capacidad técnica para construir un túnel de similares características o un puente, lo que falta es la voluntad política para hacerlo. En todo caso, previo al proceso de aproximación en cremallera al túnel uno tiene que reactualizarse a la costumbre de un par de conductores de meterse por el espaldón de carretera de la derecha, carril reservado a los conductores con licencia de clase V, la de los “Vivísimos”. Acorde a la hora, las pistas están abiertas o en una sola dirección o en ambas, sin entender porqué en ciertas ocasiones la pista del centro esta simplemente cerrada… será para que no se gaste.
La situación social del país, en general, y la política, en particular, se parece al trayecto aeropuerto Mariscal Sucre – Quito. Cada uno hace lo que quiere, se percibe hostilidad, también quemeimportismo, y actitudes y decisiones que no se entienden. Particularmente me entristece y preocupa la polarización, la agresividad y los niveles absurdos que ha alcanzado a todo nivel la discusión política en el país. Todo gira aún alrededor del expresidente Correa y en su ausencia, del correísmo. En Ecuador, a.C. y d.C. no significa el inicio de la era cristiana sino de la historia política ecuatoriana definida como antes o después de Correa. La estrategia de eliminarlo políticamente, mediante una onerosa y decidida campaña de desprestigio de su obra, lo único que ha conseguido es lo contrario y, peor aún, que lleguen a la presidencia elementos ignorantes, egocéntricos y negativos que justifican su incapacidad con el pusilánime slogan “culpa de Correa”.
No se puede negar que la polarización y la agresividad actuales son también producto de los abusos y estilo de gobierno del expresidente Correa, pero ha llegado el momento de bajar el tono y tratar de encontrar consensos por un propósito superior, que es el bien del Ecuador. Este maniqueísmo político nos está llevando al “Highway to Hell” (Autopista -Ruta Viva- al infierno), tema icónico del grupo de rock AC/DC.
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