Quito sin representantes

Dic 25, 2024

Por Carolina Moreno

Solo basta observar quién administra nuestra ciudad para darnos cuenta de que estamos mal representados. No lo digo porque el alcalde no sea guapo o falle en su presentación personal; lo digo porque no me representa.

Como quiteña, me considero una persona que lucha por lo que le corresponde, que exige justicia ante lo que está mal. Y así creo que somos la mayoría de las mujeres nacidas y criadas en la capital, una ciudad en la que, si quieres abrirte paso, debes hacer que se escuchen tus pasos.

Pero, ¿saben qué? A los quiteños el gobierno no nos escucha. Ya no somos esa sociedad organizada capaz de preocupar a las autoridades, no porque defendamos un sánduche o un subsidio, sino porque nos unía una causa, un problema compartido que nos hacía vincularnos y actuar en conjunto.

El dividirnos, mirarnos con desdén o indiferencia, nos está pasando factura. Hacerse el de la vista gorda tiene un costo muy alto, y los primeros en darse cuenta han sido el presidente de la república y el alcalde de Quito. El gobierno central nos ha arrebatado el espacio público, mientras que la falta de liderazgo del alcalde, quien enfrenta sanciones por incumplir normas, le quita la calidad moral para hablar en nombre de los quiteños.

Con este representante en el palacio municipal, ¿cómo podemos exigir que nos devuelvan las cuadras que la presidencia se ha apropiado alrededor de Carondelet? No tenemos un verdadero representante y, al parecer, tampoco tenemos la fuerza para hacernos respetar.

Entre vallas y desvíos, los quiteños aprendemos a transitar la vida. Los políticos nos han mermado el espíritu y la voluntad.

La lección de este tiempo es clara: el próximo representante de Quito debe ser alguien que lleve con orgullo la tarea encomendada, que se ajuste los pantalones o las faldas, y que defienda a Quito con determinación.

Quito sin representantes

Basta con ver quien representa la administración en la ciudad de Quito para darnos cuenta que estamos mal representados.

No lo digo porque el Alcalde no sea guapo o falle en su presentación personal; sino que no no me representa.

Y es que como quiteña me considero una persona que sale a reclamar lo suyo, lo injusto, lo malo y así creo que somos la mayoría de mujeres nacidas y forjadas en la capital, en donde si quieres abrirte paso debes hacer que se escuchen tus pasos.

Pero saben que? A los quiteños el gobierno no nos escucha; ya dejamos de ser esos organizados personajes que lograban preocupar a las autoridades, no por defender un sánduche o un subsidio, sino porque nos unía una causa, porque sentíamos los problemas colectivamente y eso lograba que nos vinculemos.

El separarnos y vernos con odio o desinterés nos está pasando factura, sale carísimo hacerse el de la vista gorda, y los primeros que se han dado cuenta de eso han sido el Presidente de la república y el Alcalde de Quito; el ejecutivo nos quitó el espacio público de quienes vivimos en esta ciudad, la falta de liderazgo del Alcalde quien tiene sanciones por incumplimientos a las normas vigentes las cuales le quitan la calidad moral para hablar en nombre y representación de los quiteños.

Con este representante sentado en el palacio municipal ¿cómo vamos a exigir que nos devuelvan las cuadras que se ha tomado la presidencia de la república alrededor de Carondelet? No tenemos un representante y al parecer no tenemos la fuerza para hacernos respetar.

Y entre vallas y vueltones es como los quiteños aprenden a pasar la vida, los políticos nos han disminuido el espíritu y la fuerza de voluntad.

La lección de este tiempo es que el próximo representante de Quito debe ser alguien que lleve con orgullo la tarea encomendada y que se ajuste los pantalones o faldas en defensa de Quito.



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