Lejos de escribir una columna de opinión, en esta ocasión traigo algunos sentires acumulados.
Llegó diciembre, ese mes cargado de ilusión y de agobio, sobre todo para las madres que hacen malabares para que las novenas, las cenas, los regalos y un largo etcétera hagan de esta fecha algo perfecto.
Diciembre también es ilusión, renovación de esperanza y afianzar el cariño por la familia y los amigos. Es también la época del año que quizás más agradecemos por tener salud.
Mientras más se acerca la Navidad, la acción de perdonar y dejar todo lo malo atrás cobra especial importancia. Invaden sentimientos de optimismo junto con el algoritmo de las redes sociales, que se llena de recetas para planificar un 2025 exitoso.
Así se pinta diciembre para una pequeña porción de la población tremendamente privilegiada. Mientras tanto, del otro lado de la vereda, cada vez más niñas y niños se concentran en los semáforos, calles y avenidas para pedir “una monedita”.
También en este mes del año vemos a la politiquería hacer gala del cinismo, entregando bolsitas de caramelos, juguetes y otros regalos en los sectores más vulnerables y empobrecidos de Ecuador. Como si estas acciones obviaran que la garantía de derechos y el acceso a servicios básicos como la luz es lo que realmente demandamos de nuestros mandantes.
Pensar en Navidad es pensar en la niñez. Hoy, cientos de personas con el corazón oprimido se han volcado a las redes sociales para exigir que cuatro niños: Ismael, Josué, Saúl y Steve, regresen a casa con su familia, que no ha parado de buscarlos desde el 8 de diciembre, cuando fueron detenidos en el sur de Guayaquil en un operativo de las Fuerzas Armadas del Ecuador.
Trece días después, las autoridades del más alto nivel han confirmado la apertura de una investigación por parte del Tribunal de Disciplina Militar de las Fuerzas Armadas; además, se investiga secuestro, mientras que desde organizaciones de derechos humanos se denuncia desaparición forzada. Estas denuncias recuerdan al Estado sus obligaciones internacionales bajo la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas y el Estatuto de Roma, que demandan investigaciones exhaustivas, sanciones efectivas y garantías de no repetición.
Ismael, Josué, Saúl y Steve deben regresar a casa, con su familia que está viviendo la pesadilla de su ausencia y que para Ecuador representa una herida abierta en un Estado que debe rendir cuentas. Sin ellos, la Navidad pierde su sentido más profundo: esperanza.
0 comentarios