Si Joe Biden ya no estuviera en la Casa Blanca y su gente hubiera dejado de ocupar los principales despachos gubernamentales, Hollywood no podría (y no debería) esperar. Su aceitada maquinaria, o bien la de los canales de streaming, ya tendrían que estar trabajando a todo vapor. Desde sus equipos de producción, guionistas, expertos en castings y el resto de la parafernalia accionando para llevar, cuanto antes, el drama de Luigi Mangione a todas las pantallas posibles.
El éxito está asegurado, siempre que uno se guíe por lo que la policía de Nueva York y la Justicia de Pensilvania, van dejando trascender, en cuanto a que el muchacho, devenido en un héroe o sex symbol (de acuerdo con la mirada de los cibernautas que lo idolatran), actuó contra “los parásitos CEO y contables” de las aseguradoras de salud como lo era Brian Thompson, en UnitedHealcare, los que, según el presunto agresor en su escrito que “…se han vuelto demasiado poderosos y continúan abusando de nuestro país para obtener enormes ganancias porque el público estadounidense les ha permitido salirse con la suya…Soy el primero en enfrentarlo con una honestidad brutal”. Todo dentro de un anarquismo clásico. El mismo que amenaza con paralizar a la Elite y le abre las puertas al séptimo arte.
Pero, claro, Biden y la administración demócrata todavía están allí hasta el, todavía lejano, 20 de enero próximo.
Este no es un dato menor, ya que con ellos en sus puestos el guion del caso Thompson-Mangione bien podría ser muy distinto al que entusiasma a millones de americanos que se manifiestan en las redes sociales desde que el joven fue encarcelado.
Esa es la historia de un joven idealista, renegado contra ciertas formas de capitalismo y contra las siderales ganancias de las aseguradoras (Thompson percibía salarios y ganancias por casi 9 millones de dólares al año), que se cansan de negar los servicios a los afiliados, convirtiendo el sistema de salud en uno de los más costosos y peores del mundo.
Lo que es más llamativo, es que Mangione pertenece una familia adinerada, fue un modelo de estudiante, egresado con honores de los mejores colegios de Maryland y alumno modelo en la Universidad de Pensilvania, vivía con todas las ventajas que el sistema puede darle a un ser humano, pero al parecer renegaba de los abusos de empresas con avalados nichos de corrupción, desde el Estado, hasta convertirse en un presunto asesino para la Justicia y en un vengador popular para millones de estadounidenses, que ven a las aseguradoras de salud como la encarnación del maligno a destruir.
Todo bastante claro y hasta con una dosis de romanticismo que hace las mieles de cualquier guionista, si no fuera porque antes del estrellato de Luigi “Il divo”, que nadie esperaba, la historia entre UnitedHealcare y la administración Biden tenía ya un extenso y controvertido recorrido no exento de pleitos y acusaciones.
La aseguradora, la más grande de Estados Unidos,, como tantas otras empresas, era un fiel aportante en cada elección tanto a las campañas de los republicanos como con los demócratas. De hecho, la relación con la administración Obama y con la de Biden siempre había sido más que estrecha hasta que en el 2022, desde el gobierno se denunció a la aseguradora de salud por presunto monopolio y se intentó bloquear la compra de la empresa Heakthcare, la que finalmente terminaría siendo adquirida por la aseguradora, pero a un costo mucho mayor del esperado.
Desde entonces, la relación entre la empresa líder en seguros médicos y la administración Biden nunca más volvería a hacer la misma. En febrero de este año, UnitedHealcare fue objeto de un feroz ciberataque que le ocasionó el robo de datos de millones de usuarios y una pérdida estimada en 651 millones de dólares.
El caso llevó a que un grupo de senadores demócratas interpelaran en el Congreso al CEO de la compañía, el británico sir Andrew Witty, quien había designado a Thompson en su cargo y dueño de un extenso currículum en el mundo de la medicina y los laboratorios.
Condecorado por la Corona británica, sir Witty fue asesor de los gobiernos de David Cameron y de Boris Johnson, exrector de la Universidad de Nottinghan y destacado miembro de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y accionista de la Glaxo Smithkline. Aun así, le quedó tiempo para integrar con el cargo de consejero la fundación de Bill & Melinda Gates. Gente siempre preocupada por las pandemias, ya sea las del 2020 o las que podrían acaecer en el futuro.
En el Senado, Witty intentó explicar el robo de información, pero días después la administración demócrata retomó la ofensiva. Fue a través de una publicación en el The Wall Street Journal donde daba cuenta de posibles irregularidades en la adquisición de Heakthcare, que obligaría a una nueva investigación parlamentaria.
Lo llamativo es que días antes de esa publicación, Thompson, en tanto director delegado de la compañía, puso a la venta el 31 % de su paquete accionario, embolsándose 15 millones de dólares. “Un buen negocio” si se tiene en cuenta que días después de la publicación las acciones de la empresa se desplomaron hasta caer un 5%. Lo que, según periodistas locales bien informados, habría provocado la ira de Witty y de otros responsables de la compañía, para con el ahora director delegado asesinado. Máxime cuando desde entonces Witty debió soportar en carne propia las presiones de la bancada demócrata en el Senado, bajo la batuta de la senadora Elizabeth Warren, una estrecha allegada a la “Clinton family” y a Georges Soros.
Después de toda el agua que corrió bajo ese puente averiado entre la aseguradora y el gobierno, ahora se desata el asesinato de Thompson, presuntamente a manos de un “joven justiciero”, que enardece las almas de los afectados por el sistema de salud.
Todo demasiado perfecto como para no abrir otra línea de investigación y rastrear si el aparato de inteligencia estadounidense, acostumbrado a diseñar grupos como Al-Qaeda, entre otros, levantar sospechas de haber captado a personajes como Lee Oswald, el acusado de asesinar a John Fitzgerald Kennedy, u organizar grupos terroristas en Oriente Medio, entre otras trapisondas, no había cooptado con antelación a Mangione.
Los errores que el joven cometió en su huida fueron lo suficientemente infantiles para una persona de su coeficiente intelectual. Al menos con la información que se cuenta hasta el momento y contando con los elementos que aportó la detención de Mangione y los que dejó la “guerra” entre Unitedhealcare y los demócratas, las hipótesis de investigación (por lo pronto periodísticas) quedan planteadas.
Ya habíamos adelantado, en otros frentes, cómo Biden y su troupe harían lo imposible por minar el escenario, a su sucesor. Lo hizo en el conflicto entre Rusia y Ucrania, habilitando misiles intercontinentales y viene de hacerlo en Siria codo a codo con Benjamin Netanyahu y el turco, Recep Tayyib Erdoğan. ¿Por qué no replicar en el frente interno provocando la ira de un sector de la sociedad? Eso es lo que parece haberse levantado contra los seguros de salud, hallando en el joven Luigi a un héroe antes que a un villano.
Eso es lo que tiene de “bueno” el capitalismo. Que en cualquiera de sus capas geológicas de abusos y desigualdades, muchas veces corroído por esquemas corruptos y más allá de sus virtuales desenlaces, siempre nos asegura una buena historia para el cine o para Netflix. Sin importar, como en este caso, cuál sea el guion definitivo.
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