Terminaron las fiestas de la capital, en honor a los 490 años de fundación de San Francisco de Quito. Fueron festividades dirigidas a personas entre 20 y 40 años, porque la mayoría de eventos fueron musicales con género enfocado a esas edades.

En 2013, como resultado de una cuestionada consulta popular, el pueblo quiteño decidió que no seguirán las corridas de toros que incluyan la muerte del animal. Tan polémica como legítima la decisión tomada en las urnas. Una vez más cuestiono la validez del refrán “la voz del pueblo, es la voz de Dios”. Dios no se equivoca, el pueblo sí.

Quito no tuvo un Alcalde que defienda la validez de la feria taurina. Tampoco que piense en una ciudad turística, en una ciudad en la órbita mundial. Tuvo a un Alcalde sumiso al Ejecutivo, imposible olvidar su nombre: Augusto Barrera. Inclusive años después tuvo el atrevimiento de cambiar las sagradas notas del himno a Quito, de nuevo obedeció las órdenes del Palacio de Carondelet. Perdimos identidad

¿Qué vino después de esto para festejar a la capital de los ecuatorianos? Nada atractivo, nada que no se pueda ver en otras ciudades, nada diferente, nada innovador. Y ni Mauricio Rodas, ni Jorge Yunda, tampoco Santiago Guarderas y ni el actual alcalde, Pabel Muñoz, han podido encontrar como festejar a Quito que no sean chivas o conciertos.

Nuestra Quito necesita ser festejada de tal manera que podamos atraeral turismo nacional e internacional. Que los mismos quiteños se queden en nuestra ciudad y no que aprovechen el feriado para ir a otras partes del país.

Recuerdo hace unos años, la Prefectura hizo un acto con globos en la Mitad del Mundo, me pareció una idea genial, creí que por podíamos volver a tener un acto exclusivo, turístico, atractivo, que sea la carta de presentación de lo que se merece Quito.

Tenemos que despertar, tenemos que buscar, tenemos que encontrar algo que sea propio, auténtico y así, a un solo grito, toda la ciudad pueda gritar, QUE VIVA QUITO. Premio especial al que lo descubra.