Se sabe muy bien que el ejercicio gubernamental, sea nacional o local, afecta al gobernante en su popularidad. Aun cuando éste lleve adelante una positiva gestión y en el balance general los gobernados mayoritariamente la reconozcan, los indicadores de aprobación se marcarán a la baja -con las excepciones que la regla permite-, pues las insatisfacciones siempre hacen más ruido y, por lo demás, es imposible que la oferta electoral y su realización se cumplan al ciento por ciento, cuanto más es imposible, también, porque no faltan imprevistos a los que hay que enfrentarlos y no siempre se lo puede hacer exitosamente.
Debería darse por descontado que todo candidato que busca el máximo poder de la república, el provincial, cantonal o parroquial -como es la división política del Ecuador-, conoce con detalle su realidad y que si consigue la dignidad popular aspirada sabrá solucionar y satisfacer las necesidades de la población. Ya conocemos, sin embargo, que eso no ocurre así y que, más bien, lo mejor que se hace es responsabilizar de todos los males al antecesor y de una u otra manera excusarse por la ignorancia y negligencia manifiestas para el manejo de la cosa pública o, lo que es gravísimo y recurrente, por transitar el camino de la inveterada mala costumbre de gobernar anteponiendo los intereses particulares a los generales de la comunidad entera.
Es injusto y nada serio endilgar toda la responsabilidad de la grave situación del país al gobierno de estos últimos 10 meses. Es más, debe decirse, bastante acertada ha sido desde el principio y hasta ahora su lucha contra el crimen en todas sus formas; los indicadores de desempleo no han caído pese a los cortes severos de energía eléctrica; el manejo financiero y económico no ha sufrido el descalabro pronosticado y deseado por la irresponsable oposición política; las relaciones internacionales se manejan bien pese al propósito traidor de unos pocos, dentro y fuera del país, que quieren hacerle el ‘caldo gordo’ a México.
No obstante, también debe decirse, ha sido un gobierno que se desgasta “por las puras alverjas”. Tanto tiempo desperdiciado, matizado con triquiñuelas jurídicas para impedir que la vicepresidenta de la República se encargue de la presidencia durante la licencia que debe pedir el jefe de Estado, no se entiende. Lo que debe hacerse legalmente es encargarla y tras su periodo transitorio arreglar todo el desastre cometido. Lo de los cortes de luz no necesita anuncios esperanzadores y especulativos, sino solo reales: todas las horas diarias, todo el tiempo requerido y punto. En lugar de aupar la descalificación de uno u otro candidato presidencial, mejor desgañitarse por su participación: las elecciones se ganan en la cancha, no fuera de ella. Hablar menos, ser parco y prudente en las expresiones no da lugar a equivocaciones ni tampoco volverse presa de hambrientos e insaciables buitres políticos.
Y, finalmente, que no se cometa lo que será un imperdonable pecado político: el Ecuador sin luz este jueves 14, desde las 18h45 hasta las 21h00, y el próximo martes 19, de 17h45 a 20h00. La selección de fútbol enfrenta, en su orden, a Bolivia y Colombia, y ningún ecuatoriano debe perder su derecho a ver esos partidos por televisión. Que se interrumpa todo el tiempo antes y todo el tiempo después, no importa. ¡Cuidado, eso sí, que el desgaste se agrande!
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