Este martes 5 de noviembre, el pueblo estadounidense se dirigirá a las urnas para elegir a su próxima presidenta o presidente. Los contendientes son Kamala Harris, representante del Partido Demócrata, y Donald Trump, candidato del Partido Republicano. Desde 1789, Estados Unidos ha celebrado 38 elecciones presidenciales, resultando en 44 mandatos distintos de 34 presidentes. Esta elección será la 39.ª en su historia y, como las anteriores, tiene el potencial de definir no solo el rumbo del país, sino también su papel en el escenario global.
La polarización en Estados Unidos ha alcanzado niveles sin precedentes, reflejando divisiones profundas en temas como la economía, el cambio climático, los derechos de las minorías y la inmigración. Estos temas han fomentado un clima de creciente antagonismo, posicionando al país como una de las naciones más polarizadas del mundo. Este contexto ha intensificado la atención en el proceso electoral y en los discursos de ambos candidatos, quienes han enfocado sus mensajes para atraer a un electorado cada vez más dividido.
El sistema de Colegio Electoral utilizado en las elecciones presidenciales de EE.UU. UU. otorga un peso particular a ciertos estados, conocidos como swing States o estados péndulos, los cuales no tienen una inclinación política fija y pueden inclinarse tanto hacia los demócratas como hacia los republicanos. Por este motivo, Harris y Trump han intensificado sus campañas en estos estados clave, buscando ganar los votos electorales necesarios para asegurar la presidencia.
Un factor fundamental en las elecciones estadounidenses es el elevado nivel de financiamiento, lo que permite una inversión masiva en publicidad y campañas. Sin embargo, este aspecto también ha suscitado un fuerte debate sobre la influencia del dinero en el proceso electoral y el acceso desigual a los recursos, lo que a su vez afecta la equidad del sistema democrático. La capacidad de los candidatos para captar fondos de grandes donantes y corporaciones plantea serias dudas sobre la independencia del futuro gobierno frente a intereses económicos.
La participación electoral en Estados Unidos, además, se ve afectada por factores como la pretensión de imponer leyes que limiten el acceso al voto, especialmente entre minorías y comunidades de bajos ingresos. Estos planteamientos han sido objeto de crítica y debate, dado que afectan de manera desproporcionada a segmentos vulnerables de la población.
En cuanto a los latinos, su presencia es significativa en estados como Nuevo México, California, Texas, Arizona, Nevada, Florida, Colorado, Nueva Jersey y Nueva York, representando alrededor del 15% del padrón electoral nacional, lo que equivale a cerca de 35 millones de votantes. Este bloque puede jugar un papel decisivo en los resultados.
Por otro lado, la campaña de Donald Trump ha levantado preocupaciones entre analistas políticos, quienes señalan el carácter más conservador de su equipo actual en comparación con el de su administración de 2017 a 2021. A esto se suma la intención de Trump de reemplazar a funcionarios en la burocracia estatal, lo cual, temen algunos expertos, podría traer a personas sin experiencia suficiente o incluso con posturas extremas, especialmente en temas ambientales, donde figuran algunos personajes que rechazan abiertamente la evidencia científica sobre el cambio climático.
Finalmente, en el contexto mundial, estas elecciones tienen un peso determinante. Estados Unidos no solo define con su voto la dirección de su política interna, sino que sus decisiones también impactan en la geopolítica, la economía global y el combate al cambio climático. Cualquiera que sea el resultado, el liderazgo que surja de esta elección influirá en la estabilidad y cooperación internacional en los próximos años.
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Por Jorge Gallardo
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