La mutación entre predecir el futuro, determinarlo y configurarlo está asociado no solo a las lógicas de pensamiento de los conductores y tomadores de decisión de un Estado, sino a los paradigmas que subyacen a los conceptos, metodologías y marcos analíticos cuyo objeto será el pensar más allá de un encuadre acostumbrado.
La desfiguración entre cada una de las posiciones frente al futuro, principalmente por la tendencia de académicos, investigadores y conductores de política pública a importar indiscriminadamente los discursos de otros países o al ejercicio de renombrados académicos de otros países, que en nuestro país intentan “hacer calzar” visiones aplicables a otras realidades, sin comprender cómo funciona el entramado de nuestras realidades complejas, paradójicas, azarosas. Esto plantea un enorme desafío para incorporar miradas desde el Sur Global ( epistemologías del sur, que no son nuevas) pero que nos dan elementos valiosos para considerar que existen otras formas de mirarnos y mirar al otro y lo otro; en otras palabras, desde un cuestionamiento a la matriz fundante del pensamiento occidental , en soñar en los futuros que merecemos, reinventando lo que varios estudiosos en la región denominan rastrear los pautas que conectan. La producción científica con la subjetividad de investigador, una nueva lógica para construir conocimiento de alto valor a partir de la cual no solo que se comprenden las condiciones particulares de las problemáticas del circuito problemas/ estructurales/ conflictividad social/ configuración de estructuras criminales-actores y mercados/ atomización de diversos tipos de violencia / prácticas discursivas.
La ventaja de incorporar algunos elementos del pensamiento del Sur global para situar adecuadamente la seguridad, es develar los silenciamientos interseccionales – raza, sexto, género, étnica, orientación sexual- mostrar la inexistencia de una neutralidad valorativa del conocimiento, incluir en los procesos de construcción de políticas públicas en seguridad toda la discusión de los saberes territoriales, ligados a factores culturales, garantizando una adecuada comprensión e interpretación de las problemáticas de la seguridad y las orientaciones estratégicas planteadas por los conductores del Estado y decisores en su diseño, ejecución, evaluación, control y rendición de cuentas.
Al no ser interpretaciones sesgadas y rígidas, sino más bien flexibles, abiertas, prestas para admitir procesos de ruptura, sorpresas, emergencias, que exigen un alineamiento al pensamiento estratégico contemporáneo, uno de cuyos ejes es la relacionalidad, la búsqueda del diálogo creativo y aprovechamiento de oportunidades en medio de las crisis. Otro de los elementos que no deben dejarse de lado es la mirada de largo plazo, con énfasis en preocupaciones intergeneracionales, sin restringirse en el aquí y el ahora, sino pensando en las generaciones que vienen atrás. Esto hace referencia a la capacidad de mirar la realidad desde otro lugar. El reto es lograr que las agendas particulares puedan converger en una mayor tejida desde el bien común, más allá del estilo de gestión de un gobierno, pensando el Estado en su conjunto y su sostenibilidad; para ello es preciso pensar en medio de dinámicas multiescalares que incluyan lo local, regional y global que permitan ver al Estado como “organización inteligente”, aquella que “almacena” conocimiento de alto valor sustentable, que trasciende la no repetición mecánica del borrón y cuenta nueva en la gestión pública, sino que se busca el aprovechamiento de elementos del pasado, como disparadores de la comprensión presente, y a partir de él situar imágenes alternativas de futuro. En esta imaginación debe primar un ejercicio colectivo de lógicas de acción interagenciales entre todas las instituciones del Estado. El objetivo debe priorizar la gobernanza de seguridad que exige el país, donde la problemática compleja no se resuelve únicamente del acumulado de la Defensa, el uso del aparato militar, lo Policial y su aparato de Fuerza (ahora en sus misiones originales y otras complementarias), el CIES en su nivel asesor estratégico y a partir de una postura que comprenda: los niveles de actuación que corresponden a cada institución, la capacidad de sinergias que superen las búsquedas inútiles de protagonismos institucionales que impiden una visión conjunta de país y la recomposición del tejido ético y apego afectivo a nuestro territorio, que se ha ido disolviendo en una paranoia que combina miedo, indolencia, decepción de la ciudadanía frente a un Estado cada vez más ingobernable.
Entre las bombas y las entelequias
Por Heidi Galindo
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