La revolución ciudadana necesitaba destituir a la ministra Palencia para expresar gratitud al gobierno populista de México, que acoge con generosidad a los prófugos del partido acusados de corrupción. Para ello debía establecer como causal de destitución la irrupción en la embajada mexicana.
También tenía que probar que no había abandonado a su mártir en la cárcel. Para censurar a la ministra, probar que Glas fue secuestrado en la embajada y que es víctima de persecución política y judicial, necesitaba los votos socialcristianos y los de Construye.
Los socios exigían a la revolución ciudadana que retire como causal la incursión a la embajada y dejara solo el tema de la inseguridad, pero no se podía retirar lo que ya era parte del juicio. Los interpelantes aceptaron hacer el papel de tontos y no hablar ni una palabra sobre el tema. El resto era la valoración y negociación de los votos.
En el mercado negro, donde se cotizan los votos, se decía que estaban en juego las sanciones a la flota pesquera y la vicepresidencia de la Asamblea, por un lado, y la calificación de la lista de asambleístas nacionales, por el otro; pero los cálculos no cuadraban para Construye.
Votar a favor de la ministra era declarar que se vendían al gobierno, votar en contra era declarar que se entregaban al correísmo y traicionaban al país. Los asambleístas de Construye hicieron como el mago: dijeron las palabras mágicas y desapareció una causal, otras palabras mágicas y desapareció el mago. Se abstuvieron en la votación.
Los socialcritianos cumplieron su palabra, votaron por la censura y, tal vez, aseguraron la vicepresidencia de la Asamblea. La revolución ciudadana sumó una nueva desgracia a su racha de mala suerte. La sentencia al excontralor y el retiro de la visa al expresidente y al exvicepresidente ratifican que la condena por parte de la justicia ecuatoriana tenía pleno fundamento y en el ámbito internacional ya no podrán seguir acusando a los jueces y alegando lawfare.
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