Con esa denominación se conocía al creador y financista de la ´Fundación china para huérfanos sin hogar, y ancianos´ (CFOHE, por sus siglas en inglés), que funcionaba en el sector de Wall Street, en Nueva York. Y en la sección Business, el diario New York Times dio cuenta de la muerte del “filántropo” e “influyente ciudadano norteamericano…”, cuando este falleció el 9 de octubre de 2002. Tenía 90 años.
Contar bien una historia requiere habilidades especiales. Escribirla y volverla libro de más de 450 páginas, demanda, además, tener la certeza de que los lectores no la abandonarán antes de conocerse su final y, por consiguiente, todo el esfuerzo desplegado, más la natural ilusión de un buen trabajo editorial y el tiempo y dinero gastados, se habrán justificado plenamente. No será un fiasco. Historias interesantes sobran, por supuesto, pero elevarlas a calidad de novelas implica un gran desafío para el autor, tanto más cuando se trata del abordaje biográfico de un desconocido sujeto que, por circunstancias peculiares, resulta no ser un cualquiera, sino, más bien, un encumbrado personaje por cuestiones de sangre y otras tantas añadidas a su incesante condición de ser un real hombre del mundo.
Ser arrancado del seno familiar, específicamente de su madre, por parte de un padre amoroso, precisado por los gravísimos peligros que corría su hijo y él mismo, obligado a honrar la palabra comprometida y negociada a cambio de jugosos beneficios, ya de por sí es un golpe artero e imposible de borrar, más cuando eso sucedía con apenas 8 años cumplidos. Ser traslado por un ogro desconocido de un continente a otro, en 1920, en una travesía llena de peripecias aéreas y navieras, condimentada de paradas y encuentros en barrios de grandes ciudades, es tenebroso. Y al final de ese viaje, como si nada, con una nueva madre, habitando en una mansión y heredero único de una inmensa fortuna. Emparentado con la más alta élite civil y militar, educado de la mejor manera, con dominio de varios idiomas y entrenado para liderar una dinastía que no debía morir.
El ser humano, incorregible y proclive a tropezar más de una vez, tiene levantadas y caídas. Vive las delicias de la abundancia y las pierde en un santiamén. Los amores no faltan en ningún tiempo y aun así la pobreza extrema se instala. Las ambiciones son ilimitadas y las pequeñeces aceptadas. Los horrores de la guerra en el marco de la segunda guerra mundial, específicamente por la invasión japonesa a China (1937-1945), sobrepasan la crueldad. Y las cosas buenas aprendidas no se olvidan, sirven para siempre y comenzar de nuevo. Los emprendimientos permiten pasar de muerto de hambre a maestro de los negocios y a muy gordas cuentas bancarias allí, allá y más allá.
El sujeto protagonista de esta historia es ecuatoriano, nació en una finca cercana a Babahoyo. Sus padres fueron Yun Liang, chino que españolizó su nombre por el de Juan León, una práctica común entonces entre sus compatriotas, e Inés Mistral Lavalle de la Cuadra, a quien conoció en Baba y estaba emparentada con la más alta sociedad guayaquileña de la época. Fue bautizado con el nombre de Juan León Mistral y nació el 30 de abril de 1912. En China su madre adoptiva, Hu Akame, lo inscribió como hijo natural con el nombre de Hu Hong.
Norma Plaza de García es la autora de “Mariposa roja” y hay que decir que es lectura recomendada. No soy crítico literario ni nada parecido, pero puedo afirmar que se trata de una novela cautivante, llena de hechos fabulosos y de los cuales es muy difícil de escapar porque los vuelve propios. De nombres de emperadores, reinos, gobernantes, militares, familias, descritos con rigurosidad. De ciudades chinas con sus historias, costumbres, creencias, climas, gastronomía, religiones y más. De relaciones comerciales e internacionales, de negocios limpios y sucios. De amor y de guerra. En fin, Norma Plaza de García nos deleita con una estupenda historia, muy bien escrita y mejor contada e investigada a fondo.
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