Alejandro Arcos, alcalde de Chilpancingo, capital del estado de Guerrero, fue brutalmente asesinado este domingo, 6 de octubre de 2024. Su cabeza fue encontrada sobre un automóvil, mientras que su cuerpo fue hallado dentro del vehículo. Este crimen violento se produjo solo seis días después de su posesión como autoridad municipal.
El asesinato del político de 42 años se da en un contexto de alta violencia en el estado de Guerrero, conocido por la presencia de poderosos cárteles del narcotráfico.
Según las autoridades, todo apunta a que este hecho fue perpetrado por una organización criminal que opera en la región.
La Fiscalía del Estado de Guerrero confirmó la noticia mediante un comunicado, aunque no ofreció detalles específicos del crimen. Sin embargo, en redes sociales ya circulan imágenes del brutal asesinato que han generado conmoción en todo el país.
Alejandro Moreno, líder del Partido Revolucionario Institucional (PRI), al cual pertenecía Arcos, lamentó la muerte del alcalde y mencionó que el recién nombrado secretario del ayuntamiento de Chilpancingo también fue asesinado apenas tres días antes.
“Llevaban menos de una semana en el cargo. Funcionarios jóvenes y honestos que buscaban el progreso para su comunidad”, escribió Moreno en redes sociales.
Evelyn Salgado, gobernadora del estado de Guerrero, condenó el asesinato de Arcos. “Su pérdida enluta a toda la sociedad guerrerense y nos llena de indignación”, expresó en su cuenta oficial de X (anteriormente Twitter).
El estado de Guerrero es una de las regiones con mayores índices de criminalidad en México y ha sido un campo de batalla para diversos cárteles del narcotráfico que buscan controlar rutas de distribución y zonas de cultivo de droga.
La violencia contra funcionarios públicos no es nueva en esta área, donde las autoridades locales suelen ser blanco de ataques y amenazas, muchas veces como represalia por intentar implementar cambios o reestructurar administraciones corruptas.
El asesinato de Arcos representa una muestra más de la inseguridad que azota al estado y deja en evidencia la falta de garantías para el ejercicio político en ciertas regiones de México.
La comunidad de Chilpancingo ahora enfrenta no solo la pérdida de su alcalde, sino también una crisis de gobernabilidad y un miedo latente ante la violencia que parece no tener fin.
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