El padre José Antonio Maeso viste con jeans y camiseta. Tiene el cabello y la barba larga, pulseras y anillos en la mano derecha, cualquiera diría que es un hippie en la época del rap, reggaeton y de la Inteligencia Artificial. No usa túnicas para acercarse a la gente de una de las provincias más violenta del país que colinda con Colombia: Esmeraldas.
Dice que debemos ser capaces de ver a Cristo en los ojos de los pecadores. Por esta razón, se ha acercado a los líderes de las pandillas como capellán de la cárcel de Esmeraldas. Ha estado muy cerca de una balacera, exponiendo su propia vida para evitar que muera alguno de los integrantes de los dos bandos delincuenciales. Desde ese día lo llaman el “padre pandillero”.
Maeso ha negociado con los presos, militares y altas autoridades para conseguir que baje el nivel de violencia en la cárcel. Lo consiguió a través de su proyecto Nación de Paz, que usa la educación, el juego, arte urbano, el teatro y los títeres. De allí nacieron algunos títeres muy famosos que han ayudado a salir de entornos de violencias a niños y jóvenes. Por ejemplo, Pazita, una feminista afroecuatoriana que dice todo en la cara y que fue presentada al papa Francisco en un encuentro en Panamá en 2019; o Quiquiriñao, un pequeño con discapacidad para enseñar a todos sobre la discriminación y la inclusión.
El sacerdote piensa que debemos seguir hacia adelante, confiando en el otro compañero de camino y juntos ir cambiando al prójimo; siendo buenos samaritanos y así dejarnos acompañar de buenos samaritanos para sanar el mundo.
Maeso, nació en España en 1969, es un sacerdote y misionero que vive en Ecuador desde 2001, estuvo en el Puyo por cinco años y luego su nueva casa ha sido Esmeraldas. Ha sido capellán de la cárcel de esa ciudad por más de 20 años
Él fue uno de los expositores en la Cumbre Eucarística Internacional que se llevó a cabo en Quito, en la segunda semana de este mes.
Nota: Columnista invitada
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