La titulería 

Sep 26, 2024

Por Kléver Antonio Bravo

-Aló- 

-Sí, aló- 

-Buenos días señora, me comunica con Carlos por favor- 

-Mi hijo, “el arquitecto”, no está. Salió- 

Con este cortísimo diálogo se ha tratado de graficar el orgullo –traducido en ostento- de una madre cuyo hijo alcanzó el tan esperado título profesional. Aquí también, otra madre que corregía la forma de tratar a su hijo: 

-No le digas Gonzalito, le dices “doctor”-. Y una esposa que decía: 

-María, calienta la comida, que “el doctor” ya está en camino- 

Todo esto trae a la memoria otro caso de hace más de tres décadas: una joven colegiala lloraba al interior de un bus Iñaquito – Villafora porque fue expulsada del salón de clase, ya que a la profesora la llamó “licenciada” y no “doctora”. Así fue. Una estudiante del colegio Quito fue expulsada el día del examen final. La “doctora” se ofendió por haberla dicho “licenciada”. 

Se dice que la titulería desprecia y desplaza esa palabra tan linda y musical como es el nombre de cada persona, aquel nombre con el que nos bautizaron y nos inscribieron en el Registro Civil. Pues se dice también que la titulería es el anhelo fermentado de querer ser más, cuando se viene de menos. 

El INEC no se ha pronunciado que, en muchas de las poblaciones ecuatorianas, los señores han desaparecido. Hay una explosión demográfica de licenciados, abogados, doctores, arquitectos, ingenieros, uno que otro máster y el tecnólogo… Ojo: ¡Cuidado no le digan ingeniero! ¡Cuidado! Todo esto da a entender que, sin lugar a duda, la población de señores ha decrecido notablemente. Al parecer, el único señor en tierras desunidas es el Señor del Buen Suceso. 

Hay un nuevo título “hibrido” que también ha caído en el marasmo de la vanidad y la pedantería: el egresado.  Incluso ya tiene sus propias siglas: EGDO. 

Y qué decir de un membrete ubicado en la parte frontal del escritorio:  

Crnl. Ing.  Joseph Yanasiqui   MBA – PhD 

Esta corriente de bombos y platillos, conocida como titulería, viene del prejuicio cotidiano, muchas veces vestido de corbata, levita y maletín prestado; pero siempre mencionada en altavoz: primero el título y luego el nombre.  

De lo que se recuerda sobre la titulería naciente, el nombre y fotografía del nuevo dueño del “cartón” recién obtenido, debía ser publicado el día domingo, en el diario de mayor circulación local. Efectivamente, el nuevo graduado era la gloria de la familia. El padre del titulado ya no lo mencionaba al vástago por su nombre sino por la nueva pedantería: “mi hijo, el doctor”. 

La frustración de aquella joven que fue expulsada de su aula, no fue por error involuntario, fue por desconocer el ego y la estupidez de su maestra, la “doctora”. 

¡Viva la vanidad!  ¡Viva la titulería! 

Títulos y titulerías, ¿Sabremos algún día si esos títulos fueron alcanzados con verdadero mérito o con mañoserías? 



1 Comentario

  1. ese el complejo de muchas personas que por tener un título profesional ya se creen la divina pomada éso también vá de cómo son criados por sus padres sus concejos sus auto preparación de los mismos

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