Desde 2012, en la reunión anual de la ONLEA/UNODC en Guatemala, los pronunciamientos de algunas agencias gubernamentales de diferentes países me llamaron la atención y la preocupación, porque se decía que la “guerra contra las drogas” estaba perdida con las políticas implementadas hasta ese entonces. También, se indicaba que la estrategia de los EE.UU. había tenido un relativo éxito con las interdicciones aéreas y marítimas, porque las mafias criminales habían cambiado de accionar y utilizaban rutas terrestres que tenían consecuencias desastrosas para los lugares y regiones de paso. Allí, se corrompía autoridades, jueces, policías y a la misma población, hasta llegar a los puertos de destino. En ese entonces el gobierno ecuatoriano y las instituciones involucradas manejaban como política que Ecuador era solo un país de paso, sin considerar los efectos y consecuencias a futuro de esta situación.

Por diferentes fuentes se conoce que actualmente el Crimen Organizado Internacional (COI) lava aproximadamente el 2% del PIB mundial y que cada año se incrementa el 11% los consumidores de drogas, especialmente en los mercados de Europa, EE.UU., África y América Latina. Considerando las mafias que operan a nivel internacional para abastecer estos mercados diríamos que la cadena de suministro va desde lo local, a lo regional y a lo mundial.

El COI tienen niveles tácticos, operacionales y estratégicos. Lo táctico son las actividades de producción, almacenamiento y distribución; en lo operacional están quienes reciben las drogas en los puertos y lugares de destino y mantienen una cadena de suministro; en lo estratégico están las corporaciones y los capos que planifican, organizan, invierten y tienen nexos con gobiernos y autoridades al más alto nivel, todo esto genera una violencia imparable.

Por tanto, la famosa guerra de las drogas está en los niveles tácticos y operacionales en Ecuador, donde el control de rutas, sitios de almacenamiento, puertos grandes y artesanales, aeropuertos, pistas clandestinas y las zonas de microtráfico están dominadas por diferentes mafias locales, que ocasionan un regadero de sangre por su control y dominio. Allí, las mafias internacionales inundan de armas, dinero y droga para el microtráfico, por eso una gran parte de las armas que vienen para los grupos narco-terroristas provienen de EE.UU., vía México.

Así esta guerra por igual hay que librarla en los tres niveles, al momento solo lo estamos haciendo al nivel táctico con la intervención de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional y sus organismos de inteligencia, investigación y operacionales. Pero los cabecillas más importantes de las mafias locales todavía no están localizados y en lo estratégico se requiere de la cooperación internacional, a través de agencias con la DEA, FBI, AMERIPOL, EUROPOL e INTERPOL, entre otras, para golpear sus estructuras y debilitar sus finanzas. Es indispensable que todo Plan contemple estos tres niveles para obtener resultados eficientes.