El pensamiento elegante en la era de la posfelicidad

Ago 11, 2024

Por Heidi Galindo

En la era de la globalización digital, la “posfelicidad” surge como un signo de “indigencia mental”, reflejando la incapacidad del individuo moderno para alcanzar una satisfacción genuina.

Según el filósofo español José Carlos Ruiz en su texto: Incompletos: Filosofía para un pensamiento elegante, la posfelicidad revela una condición donde la hiperactividad constante sustituye la reflexión, llevando a una búsqueda interminable de estímulos superficiales.

La indigencia mental se manifiesta en la falta de profundidad cognitiva y emocional, dado que la sobreexposición a estímulos inmediatos y la información trivial limitan el análisis crítico y la verdadera satisfacción.
Este fenómeno genera una gratificación instantánea que evade el compromiso con cuestiones significativas y fomenta una ciudadanía menos informada.

La elegancia, entendida como la capacidad de elegir con criterio y vivir una vida reflexiva, está amenazada por la superficialidad dominante. Las pantallas, como tótem del sujeto “hipermoderno” (Gilles Lipovetsky), fomentan una adicción a las redes sociales y una búsqueda constante de novedades, desplazando el criterio necesario para el pensamiento profundo.

Este entorno digital diluye la capacidad de análisis con una avalancha de estímulos frívolos. A escala global, la tendencia hacia la superficialidad y la gratificación instantánea, impulsada por la cultura del espectáculo y la información fugaz, se vuelve cada vez más notoria. Esta obsesión por lo inmediato y trivial no solo refleja una crisis de valores, sino también una profunda alienación que desvía la atención de problemas estructurales y complejos.

En Ecuador, esta tendencia se agrava por las profundas desigualdades sociales que limitan el acceso a una educación de calidad que fomente el pensamiento crítico y por la fragmentación política existente. Esto perpetúa un ciclo de desinformación y apatía, donde el espectáculo de la política superficial sirve como una distracción conveniente de los problemas reales que afectan a la sociedad, tales como la corrupción y la falta de servicios sociales de calidad.

Para mitigar esto, es crucial un cambio sistémico que garantice un desarrollo integral de la sociedad. No obstante, en un contexto donde predominan los intereses particulares, lograr una ciudadanía informada sigue siendo un desafío considerable, similar al pensamiento elegante en una sociedad atrapada en la inmediatez y la banalidad.



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