Es posible que hayas escuchado que nadar en el mar nos conecta con un estado primigenio, evocando recuerdos del útero materno o incluso de nuestros ancestros acuáticos. Sin embargo, aunque la idea suena poética, no tiene base científica. No somos capaces de recordar ni nuestras etapas fetales ni las experiencias de nuestros antepasados evolutivos.

Lo que sí es real y comprobable es el bienestar que sentimos al sumergirnos en el mar. Este bienestar va más allá del simple placer, que es una sensación inmediata y pasajera. El bienestar es un estado más profundo y duradero, que incluye la salud, la satisfacción personal, y una armonía interior.

Cuando nos zambullimos en el mar, nuestro cuerpo experimenta una serie de beneficios fisiológicos y psicológicos. La inmersión en agua, especialmente en agua salada, aumenta el flujo sanguíneo cerebral, reduce la fatiga muscular, y mejora la función cardíaca sin requerir un esfuerzo excesivo.

El agua de mar, rica en sales y minerales, también tiene propiedades curativas para la piel, aliviando condiciones como la dermatitis y la psoriasis. Además, la salinidad del agua marina facilita la flotación, permitiendo un nado más relajado.

Pero el mar ofrece más que solo agua salada. Su capacidad para regular la temperatura crea un clima costero agradable y su brisa cargada de aniones tiene efectos positivos sobre el estado de ánimo, reduciendo el estrés y mejorando la salud en general.

Así que, la próxima vez que te sumerjas en el océano, no pienses en mitos evolutivos. Disfruta del mar por los beneficios reales y tangibles que aporta a tu cuerpo y mente. ¡Y lo mejor de todo es que es gratis!