Vivimos en un mundo en el cual cada vez es menos frecuente, por no decir casi inexistente, el amor a la literatura, la filosofía, la historia del arte, la música clásica o aquello que tenga que ver con el enorme bagaje cultural que la humanidad ha desarrollado.
El video de Baby shark dance tiene 13,83 billones de visitas en YouTube, y Despacito tiene 8,54 billones. En contraste, todas las versiones de Evgeny Kissin del primer concierto de piano de Tchaikovsky, incluyendo aquella gloriosa versión de adolescente tocando con la filarmónica de Berlín, conducida ni más ni menos que por Herbert von Karajan, apenas superan el millón de vistas; y la versión de La Campanella de Listz por Lang Lang, el aclamado pianista chino, tiene 8,2 millones. Es decir, una relación infinitesimal respecto de los videos de Baby shark y Despacito.
El TikTok está inundando de la anticultura, de la superficialidad, y la mente de los jóvenes se va formando con chispazos de incultura y de banalidad.
En este ambiente destaca como una luz esperanzadora el esfuerzo del filósofo Joaquín Hernández Alvarado, que recientemente publicó su libro El fracaso de la filosofía de la liberación latinoamericana. El libro representa un renacer del interés por la filosofía, representa un llamado de atención a quienes no se han preocupado de los temas de la profundidad del pensamiento, y abre una puerta que estaba cerrada para la discusión filosófica, para el análisis profundo de los temas intelectuales, y para hacernos entender que no podemos seguir con una sociedad tan alejada del uso de la mente para causas y discusiones superiores.
Pero no solo el mérito está en su contenido, y en su análisis de un tema específico relacionado con la filosofía latinoamericana. El mérito está en la lucha contra corriente, en hacer algo que parecería que en el mundo de hoy no tiene ni lógica ni razón de ser. Especialmente en la ciudad de Guayaquil, que ha estado algo más alejada de las discusiones de estos temas. Por ello, el mérito es doblemente mayor.
Es el momento en el cual la sociedad ecuatoriana, a propósito de este llamado de atención que nos hace el libro de Joaquín Hernández, comience a valorar y a reconocer el esfuerzo de quienes luchan intelectualmente en un mundo y en un ambiente árido y en un terreno bastante infértil. Se reconocen tantas cosas, se premian tantos esfuerzos mínimos por el hecho de ser “populares” o porque a mucha gente le gusta. Pero no se reconoce ni se premian cosas de mucho más valor y profundidad, por el solo hecho de que no son “populares”.
Es posible que quienes aman las letras profundas, el arte, la música clásica y la discusión intelectual y filosófica sean muy minoritarios en la sociedad del TikTok y del reguetón. Pero eso no indica que el mérito de la cultura y de la filosofía no estén muy por encima de la frivolidad. Ojalá que la sociedad ecuatoriana reconozca los valores que se han perdido y la cultura que se ha olvidado. Joaquín Hernández Alvarado hizo su parte en esta gran lucha que debe ser inclaudicable.
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