Tras arrasar en las urnas el 4 de febrero a pesar de las acusaciones de que su candidatura violaba la Constitución de El Salvador, Nayib Bukele vuelve a asumir este sábado la presidencia para gobernar el país por al menos otros cinco años.
Miles de salvadoreños llenan desde primera hora de la mañana la plaza Gerardo Barrios, en el centro de la capital, San Salvador, para seguir la investidura que se celebra en el Palacio Nacional. Otros la siguen en los medios de comunicación tradicionales o las cuentas oficiales del gobierno, donde se emite en cadena nacional.
Mucha expectación ha generado también la llegada de algunos de los invitados internacionales, como el rey Felipe VI de España, el presidente de Argentina, Javier Milei, o el de Ecuador, Daniel Noboa, quienes mantendrán reuniones de alto nivel con el mandatario reelecto.
A quien Bukele ya recibió en su despacho es al secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Alejandro Mayorkas, con quien este viernes acordó fortalecer la cooperación entre ambos países.
El Salvador ahora ocupa titulares a nivel mundial por temas y eventos que pocos podían imaginar que ocurrirían en el llamado “Pulgarcito de América”. Y la principal clave detrás de su transformación es la pacificación del país, lograda con la tan exitosa como polémica “guerra contra las pandillas”.
Además de reducir los homicidios a mínimos históricos, su estrategia de seguridad le valió una popularidad sin precedentes para un mandatario — un índice de aprobación del 90%, según varios estudios— pero también miles de denuncias por presuntas violaciones a los derechos humanos.
Asimismo, sus críticos señalan la concentración cada vez mayor del poder en la figura de Bukele y una deriva autoritaria en el país.
Pero ¿qué tanto ha cambiado El Salvador desde que Bukele asumió su cargo hace casi cinco años y qué se puede esperar de este segundo mandato?
Récords de seguridad
El principal cambio vivido durante el primer gobierno de Bukele es, sin lugar a dudas, la reducción de homicidios en el que fue uno de los países más violentos del mundo.
Según datos del gobierno, 2023 fue el año más seguro en la historia del país, con un promedio de 0,4 homicidios al día. Esto ubica a El Salvador como “el segundo país de América y primero de Latinoamérica con la tasa más baja de homicidios, apenas por debajo de Canadá”, aseguró el ministro de Seguridad, Gustavo Villatoro.
Sin embargo, organismos como el Observatorio Universitario de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana de El Salvador criticaron en el pasado las cifras del gobierno al considerar que no hay certeza de que incluyan las muertes de presuntos pandilleros en enfrentamientos con la policía o las ocurridas bajo custodia estatal.
Sea como fuere, la realidad es que la mayoría de salvadoreños asegura vivir más tranquila, sin sufrir extorsiones y pudiendo circular por zonas que antes estaban tomadas por las maras o pandillas que aterrorizaron al país durante décadas. Ocho de cada diez creen que El Salvador es más seguro o dicen no percibir un clima de miedo, según un estudio publicado en enero por la Universidad Francisco Gavidia.
La principal acción en el marco de esta estrategia fue el régimen de excepción iniciado en el país en marzo de 2022, que suspendió garantías constitucionales y multiplicó las denuncias por detenciones arbitrarias realizadas sin orden judicial, supuestos malos tratos en las cárceles y muertes bajo custodia del Estado.
“Este lugar no era nada seguro hasta que el presidente hizo eso [el régimen de excepción]. Creo que el régimen fue la mejor decisión que se pudo tomar y que está siendo el mejor presidente que ha habido”, afirmó la joven Dennise en una visita que BBC Mundo hizo en marzo del año pasado al barrio de La Campanera, a las afueras de la capital, San Salvador.
Ese barrio era uno de los más peligrosos de la capital y bastión de la pandilla Barrio 18. Ahora es uno de los ejemplos de barrio recuperado.
La medida dejó hasta la fecha más de 75.000 detenidos por presuntos vínculos con pandillas, de los que más de 7.000 fueron después liberados, según cifras del gobierno. El Salvador se convirtió en el país con la tasa de presos más alta del mundo, con la construcción de la conocida como “megacárcel” —definida por Bukele como la más grande de América— como el mayor de sus símbolos.
“La principal característica de este gobierno de Bukele ha sido un serio deterioro democrático acompañado de políticas que han sido efectivas para reducir la violencia homicida, pero a costa de atentar contra los pilares de la democracia y de una alta concentración del poder en su figura”, resume Ana María Méndez-Dardón, directora para Centroamérica de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA).
Bessy Ríos, analista política y abogada salvadoreña, coincide en que “efectivamente ha logrado controlar las pandillas de una manera muy impresionante, pero con un alto costo para la sociedad en la que ha logrado penetrar la narrativa de que se le han suspendido los derechos ‘solo a los malos, a los buenos no’, y eso no es cierto: la suspensión de derechos opera en El Salvador para todos”.
“Al Ejecutivo le ha funcionado el quid pro quo de ‘te doy seguridad a cambio de tus derechos humanos’. Y es lamentable porque la gente debería entender que el Estado no puede extorsionarte y darte una cosa a cambio de otra: te debe garantizar tanto derechos humanos como seguridad”, agregó en conversación con BBC Mundo.
Turismo y megaproyectos
Con esta nueva realidad, el gobierno de Bukele hizo esfuerzos para atraer la atención hacia el país y demostrar al resto del mundo que El Salvador ya no es el país peligroso que fue hace años y al que muchos temían viajar.
Así, el pequeño país se convirtió en sede de grandes eventos como Miss Universo o los Juegos Centroamericanos y del Caribe. También el Inter Miami de Lionel Messi desató la locura en San Salvador al viajar allí para jugar contra su selección nacional de fútbol.
El turismo comenzó a responder y el aeropuerto internacional de la capital atendió el año pasado a unos 4,5 millones de pasajeros, lo que supone un 32% más que en 2022. El año pasado, El Salvador se ubicó como el quinto país del mundo en el que más aumentó la llegada de turistas internacionales (40%) comparado con 2019, según la Organización Mundial del Turismo.
El gobierno de Bukele apostó en este sentido por iniciativas como Surf City, un proyecto en la costa con el que tratar de posicionar las playas de El Salvador como referente entre los turistas amantes de este deporte. Sin embargo, esto también ya dejó ver los primeros signos de gentrificación en la zona y precios difíciles de asumir por la población nacional.
“La zona costera del país está amenazada de desalojo. La especulación, la gentrificación que está generando es tan fuerte que está generando focos de conflictos terribles a nivel comunitario”, alertaba el analista político César Artiga.
Por lo demás, la economía del mandato de Bukele estuvo marcada por su decisión de hacer de El Salvador el primer país del mundo en adoptar el bitcoin como moneda de curso legal. Dada la escasez de información pública sobre este tema, analizar el resultado de su apuesta es tan difícil como volátil es el valor de la criptomoneda.
Lo que sí es seguro es que su uso en las calles es totalmente anecdótico. Según un estudio del Instituto Universitario de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana divulgado en enero, el 85% de salvadoreños reconocía no haber usado bitcoin en todo 2023.
Por último, el país asistió recientemente a la construcción de grandes megaproyectos financiados por China como la Biblioteca Nacional, una impresionante urna de cristal de siete pisos y 24.000 m2 que funciona 24 horas durante todos los días del año desde su inauguración en noviembre.
¿Qué se espera para el segundo mandato?
“Ahora en estos próximos cinco años, esperen a ver lo qué vamos a hacer. Porque seguiremos haciendo lo imposible, seguiremos demostrando al mundo el ejemplo de El Salvador”, se limitó a decir Bukele cuando se proclamó ganador de las elecciones presidenciales el 4 de febrero.
A falta de un plan de gobierno público, todo parece indicar que apostará por la continuidad y reiterará la importancia de las áreas de seguridad y la construcción de obras.
“Quiero ver nuestro país como un país desarrollado y una población que sus necesidades básicas estén cubiertas (…). Lo que quiero ver al final de mi mandato es al menos un proceso de cambio irreversible, donde ya El Salvador esté en el camino al progreso y que no haya una forma fácil de detenerlo”, dijo en una conversación de audio en vivo organizada en su cuenta de X a inicios de enero.
En dicho encuentro también dijo que apostará por una mayor construcción de vivienda al ser consciente del gran aumento de precios en el sector, lo cual aseguró era producto del aumento del turismo y el retorno de salvadoreños en el exterior provocado por la mayor seguridad en el país.
En su segundo mandato Bukele contará con un mayor apoyo desde la Asamblea Legislativa, que hoy controla en un 95% después de que su partido, Nuevas Ideas, arrasara también en las elecciones legislativas.
En la última sesión plenaria de la Asamblea saliente, el 29 de abril, esta dejó servida a la legislatura entrante el poder de cambiar la Constitución de manera expedita. Así que la nueva Asamblea (de 60 diputados) podría en cualquier momento abrirle la puerta a la reelección presidencial indefinida o alargar la duración de los períodos de cualquier funcionario en el poder, entre otras cuestiones.
Una vez atajada la violencia, los expertos consultados coinciden en que la economía sería uno de los grandes retos para un segundo gobierno de Bukele en un país donde el precio de la canasta básica aumentó en un promedio de casi US$54 entre 2019 y octubre de 2023, pero donde el salario mínimo es de US$365.
El aumento de precios es en efecto un gran reto para parte de la población salvadoreña, que en ocasiones batalla para lograr comer tres veces al día.
Según datos de la FAO de entre 2020 y 2022, más del 48% padecía inseguridad alimentaria que le llevaba a no comer lo suficiente. Más de 900.000 personas estaban en fase “crítica” o de “emergencia” cercana a la hambruna, de acuerdo a un informe de la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (Fusades) de finales de 2022.
“Este gobierno se ha gastado todo el dinero posible, ha endeudado el país, su economía sigue viviendo de las remesas, los préstamos… (…). El país no prospera, no hay empleo, sigue habiendo pobreza… Eso va a impactar la popularidad del gobierno, y esto él lo sabe”, le dice a BBC Mundo José Miguel Cruz, director de investigación del Centro Kimberly Green para América Latina y el Caribe de la Universidad Internacional de Florida.
La previsión del Banco Mundial para El Salvador en 2023 apuntaba a un crecimiento económico del 2,8%, pero el Fondo Monetario Internacional la situó en 2,2%, quedando como la menor de toda Centroamérica.
“Somos el país que menos crece y también el que atrae menos inversión extranjera directa. En dos o tres años hay compromisos financieros muy fuertes y no sabemos de dónde va a sacar el dinero porque el país es muy limitado y vulnerable”, coincide Óscar Picardo, académico y director del Instituto de Ciencias, Tecnología e Innovación de la Universidad Francisco Gavidia.
“Creo que ese es el gran desafío y donde se puede caer el castillo de naipes si no se resuelve el tema económico”, agrega.
Bessy Ríos cree que Bukele seguirá trabajando por atraer inversión internacional. “El problema es que la mano de obra salvadoreña está mal calificada. Es muy difícil cambiar una población educada para trabajar en maquila y no para hacer chips y temas tecnológicos sin apostar en educación. Conseguir empresas que nos vengan a pagar buenos salarios va de la mano con la formación profesional”, apunta.
Artiga, coordinador del equipo impulsor nacional del Acuerdo de Escazú —un tratado que obliga a los Estados a proteger a los defensores del medio ambiente— cree que en este segundo mandato serán las grandes obras y megaproyectos los que tendrán una especial importancia para el gobierno de Bukele, tales como el aeropuerto del Pacífico en La Unión o el nuevo estadio nacional, ya en construcción.
“Y esto me preocupa porque va a crear una tendencia peligrosa. Con la flexibilización de la normativa ambiental, ya estamos viendo que están surgiendo muchos conflictos territoriales. Porque hay unas amenazas muy fuertes de desalojo de tierras en todo el país”, le dice a BBC Mundo.
En cuanto a su famosa “guerra contra las pandillas”, Bukele ha insistido en mensajes publicados en sus redes sociales en la necesidad de “proteger los logros en seguridad”, por lo que no se esperan cambios en el régimen de excepción, que va camino de cumplir dos años.
“Mantendrá el régimen de excepción porque, desde mi perspectiva, ha dejado de ser una herramienta para pasar a ser la propia política de seguridad. Siguen vendiendo el temor de que si retiran el régimen, salen los pandilleros; como si el resto de transformaciones legales que hicieron no fueran a funcionar”, opina Ríos.
“Ha insistido en proyectar una imagen de Make El Salvador Great Again (Que El Salvador vuelva a ser grande)”, dice Méndez-Dardón, de WOLA, en referencia al eslogan de Donald Trump en Estados Unidos.
Pero en este nuevo mandato “debería ser prioritario restablecer los derechos humanos en el país y garantías constitucionales. Prácticamente se ha roto el Estado de Derecho y se debe atender el grave problema que hay con estas políticas de seguridad. Esto, junto al tema financiero y económico, son los problemas serios del país que se están dejando a un lado”, concluye.
Bukele, en cambio, es ajeno a las críticas internacionales.
“El Salvador está renaciendo”, proclama. “Debemos creer en nuestra capacidad, así como los demás países ya lo hacen. Gente de otros países ya cree en nuestra capacidad. Debemos sentirnos orgullosos de todo lo que hemos logrado en tan poco tiempo”, dice a la espera de conseguir otro mandato.
0 comentarios