Posiblemente sea la sensación más enloquecedora que existe. Y quizás eres de los que intenta aliviarla de diversas formas, como pincharte un dedo para ver si desvías la atención con el dolor. Pero a veces es imposible ignorarla.
Hablamos de la picazón.
Hasta hace poco, los investigadores sólo habían “arañado” la superficie en lo que respecta a la ciencia de la picazón. Sin embargo, esto ha cambiado en tiempos recientes. Ahora los expertos saben que esta sensación es transmitida por una serie de neuronas específicas, lo que abre el camino a nuevos tratamientos.
Pero, en primer lugar, ¿por qué nos pica?
Se cree que los mamíferos originalmente desarrollaron la sensación como una especie de reflejo, que les ayudaba a expulsar patógenos invasores y a escapar de sustancias químicas nocivas que se encontraban en su entorno, reseña BBC Mundo.
No obstante, está claro que la picazón también tiene un aspecto psicológico que aún no comprendemos del todo.
La parte psicológica
Tomemos como ejemplo el fenómeno del rascado contagioso: las personas que ven a otra rascarse y repentinamente sienten picazón.
En 2011, Gil Yosipovitch, profesor de dermatología y médico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Miami, llevó a cabo un experimento. Pidió a personas sin ninguna condición y a otras con dermatitis atópica (EA), un trastorno que causa picazón crónica, que vieran videoclips cortos de personas rascándose o sentadas sin hacer nada.
A los participantes se les inyectó histamina, una sustancia química que causa picazón, o una solución salina inofensiva. Si bien ambos grupos informaron un aumento de la picazón, el fenómeno fue más pronunciado en los pacientes con EA, y el 82% informó un aumento en la sensación de picazón después de ver videos de personas rascándose.
El fenómeno no se limita a los humanos.
En 2013, Yosipovitch demostró que cuando monos macacos rhesus adultos veían un vídeo que mostraba a otros monos rascándose, también comenzaban a rascarse espontáneamente, lo que sugiere que podrían experimentar picazón contagiosa.
Incluso hay evidencia que sugiere que nosotros y otros mamíferos estamos programados para evitar a las personas que sufren comezón, posiblemente porque rascarse puede interpretarse como una señal de infestación o infección por un parásito o enfermedad.
El rechazo a quienes se rascan
Brian Kim, médico y neuroinmunólogo de la Escuela de Medicina Icahn del hospital Mount Sinai de Nueva York, observó durante un experimento de laboratorio que los ratones que ven a otros rascándose tienden a alejarse.
Sin embargo, cuando un ratón ve que otro ratón sufre dolor, intenta lamer y acicalar a su compañero de nido. En otras palabras, parece que los ratones se acercan a otros cuando estos sienten dolor, pero evitan a aquellos que tienen picor.
Esto tiene sentido desde una perspectiva evolutiva. Los científicos creen que evolucionamos para sentir picazón como una forma de eliminar parásitos, piojos y ácaros de nuestro cuerpo, previniendo cualquier infestación.
Existe evidencia de que rascarse ofrece cierta protección contra las infecciones.
Por ejemplo, en residencias de ancianos donde las personas están inmóviles y no pueden rascarse, las epidemias de sarna son comunes. En otras palabras, las personas que se rascan mucho pueden, sin darse cuenta, estar enviando una señal a otros de que tienen una infección transmisible.
“Creo que instintivamente es supervivencia”, comenta Kim.
“Vivo en la ciudad de Nueva York y si entro en el metro y veo a alguien rascándose, tiendo a alejarme instintivamente. Creo que está integrado en el sistema nervioso de una persona que si alguien se rasca puede estar infectada con algo contagioso”, dice.
“Sin embargo, si alguien siente dolor, es un instinto humano acudir a esa persona, es una supervivencia del instinto de la tribu”, agrega.
La vergüenza
Quizás por esta razón muchas personas que padecen picazón crónica afirman sentir vergüenza y estigma asociados con su afección. Muchos sufren de ansiedad y depresión, además de baja autoestima. Lamentablemente el estrés puede exacerbar la picazón, lo que lleva a un ciclo interminable entre esta molestia y la ansiedad.
Según Yosipovitch, lo último que debería hacer un médico es decirles a quienes padecen picazón crónica que dejen de rascarse.
“Es como decirle a alguien que deje de bostezar: no se puede, es un reflejo”, detalla Yosipovitch.
Los científicos han ofrecido distintas explicaciones sobre por qué es prácticamente inevitable rascarse.
Una teoría sostiene que cuando lo hacemos, el cuerpo envía señales de dolor al cerebro. Estas señales actúan como una distracción, haciendo que la sensación de picazón disminuya aunque sea por un segundo.
Al rascarse una persona también se libera el neurotransmisor serotonina, que podría ser la responsable de la sensación de placer en los humanos. Pero las verdaderas razones por las que se siente tan bien rascarse son complicadas y no se comprenden del todo.
“Parece haber algo en la forma en que la piel experimenta o transmite información al cerebro que no puede manejar demasiadas cosas en un lugar al mismo tiempo”, dice Marlys Fassett, profesora de dermatología en la Universidad de California en San Francisco.
“Lo que sucede en las personas con picazón crónica es que sienten placer por el acto de rascarse”, dice.
“Los neurocientíficos están interesados en las neuronas sensoriales del placer que inervan la piel, porque romper con ese rascado placentero y esa adicción al rascado es una cuestión terapéutica realmente importante”.
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