Será recordado como uno de los peores presidentes que tengamos memoria.
Tuvo una carrera financiera y bancaria exitosa. A fines de los 90 se vistió de político debutando como gobernador del Guayas. Desde entonces labró el camino a Carondelet, siempre, acompañado de su inseparable y enorme ego, que mantuvo en secreto y lejos de miradas inquisidoras.
Su carrera política nos recuerda mucho a una de las tantas fábulas de Esopo: El lobo con piel de cordero, cuya moraleja alecciona que las apariencias engañan.
Asumió el poder el 24 de mayo de 2021, y terminará su periodo el 1 diciembre de 2023. En el corto período de gestión se dio tiempo para traicionar, incumplir promesas, amamantar la corrupción del cuñado y la delincuencia sembró de terror las cárceles y calles. Se jubila sin ninguna obra relevante por la cual se lo deba recordar.
Destruyó la esperanza de todo un país.
Sus yerros y propios errores lo condenaron tempranamente a una muerte cruzada.
Sus deméritos fueron mayores que sus méritos.
Se va a casa con más pena que gloria en víspera del nacimiento del Nazareno, el mejor regalo que recibiremos los ecuatorianos cerrando el 2023.
Vendrá el reventón de fin de año. Habrá caretas, años viejos, viudas, fuegos artificiales, risas, abrazos y también lágrimas de una sociedad que clama y reclama mejores días.
Se nos va el 2023 y la pesadilla del mal gobierno de Lasso será un vago recuerdo. Nos deja un testamento lleno de sinsabores y desesperanzas. De lo que pudo ser y no fue.
¡Adiós Lasso!
¡Que venga el 2024!
¡Ya que chucha!
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