Por Jorge A. Gallardo Moscoso
Había preparado otro comentario aludiendo a cómo actualmente los medios de comunicación convencionales y las redes sociales abordan, sobre todo, los temas brutales, dejando de lado hechos transcendentes. Más, lo sucedido este 9 de enero me obliga moralmente a no hacerle el quite a las terroríficas horas vividas por los ecuatorianos a lo largo y ancho del país.
Es imposible no solidarizarse con TC Televisión, sus periodistas, camarógrafos, técnicos y personal administrativo, ante la brutal agresión criminal sufrida. El atentado que, felizmente, gracias al manejo profesional de la Policía Nacional, no dejó ni muertos ni heridos, se constituye, sin embargo, en un macabro precedente para los demás medios de comunicación social y los periodistas en general. Si de estos últimos, varios han sido víctimas mortales y tantos otros han debido abandonar el país o continuar su tarea desde la clandestinidad, lo de ayer, si no se adoptan medidas certeras, puede marcar el inicio de una estela fatal para el ejercicio periodístico.
Las retenciones de guardias en diferentes centros carcelarios, los vehículos incendiados, los intentos de tomarse edificaciones públicas, los policías secuestrados, las detonaciones de explosivos, los asesinados, las amenazas y más hechos violentos ocurridos este 9 de enero, merecen la condena nacional y, al mismo tiempo, el respaldo de los ecuatorianos al gobierno central precisado a sumar al Estado de Excepción decretado el lunes 8 uno nuevo, reconociendo “la existencia de un conflicto armado interno” y disponiendo “la movilización e intervención de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional en el territorio nacional para garantizar la soberanía e integridad territorial contra el crimen organizado transnacional, organizaciones terroristas y los actores no estatales beligerantes”.
Difícil será no escuchar voces y leer escritos de quienes desde añejo tiempo están dedicados a viralizar su ningún apego por los humanos derechos. Ya se sabe de su censura a los decretos últimos del régimen, de su oposición a que se reciba asesoría israelí, norteamericana o salvadoreña, a que se endurezca la pena por el delito cometido. Pero, esa conducta marginal no debe ser tomada en cuenta, sino actuar como corresponde, con mano firme y apego irrestricto a lo que mandan la razón y la ley. De esa forma quienes no quieren sujetarse al buen vivir, saben también a qué atenerse y hasta, inclusive, arrepentirse y renunciar oportunamente a su accionar, mereciendo el reconocimiento ciudadano.
Doloroso, por decir lo menos, es lo vivido en Ecuador la víspera. Este ha sido un país caracterizado por vivir en paz aun en medio de todos los problemas, muchísimos derivados por fracasados ejercicios de los poderes estatales. Hoy, no obstante, es imprescindible que vuelva la cordura y la tranquilidad, imponiéndose la indispensable unidad nacional.
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